sábado, 21 de julio de 2012

De la insoportable incertidumbre sobre el desenlace de los litigios

De la insoportable incertidumbre sobre el desenlace de los litigios:

Corren tiempos de incertidumbre en la Economía. También en el Derecho, pues en los pleitos siempre ha reinado la incertidumbre sobre cuándo se sentenciará, quien ganará y cuánto costará. El legendario juez del Tribunal Supremo americano Oliver Holmes (1841-1935) se atrevió a decir la entonces osada afirmación de que el Derecho consiste en “ las profecías sobre lo que los tribunales efectivamente harán”, esto es, aventurar un pronóstico de la sentencia, teniendo en cuenta que a su juicio era posible para un Tribunal “dar explicación lógica a cualquier decisión” (“The path of the law, 1897).  Veamos.
1.  La paradoja es que cuanto mas elevado es el rango del Tribunal mas fácil es el pronóstico de la sentencia. Así, por ejemplo, el Tribunal Constitucional cada día es mas predecible con la simple matemática de filiación ideológica y trayectoria profesional (el clásico “pelaje de la dehesa”).
Si nos vamos a lo Contencioso-Administrativo, el  Tribunal Supremo es bastante predecible dado que, al ser único y con el peso de una sólida tradición, su  jurisprudencia como los transatlánticos necesita mucho tiempo para frenar y virar, de manera que el pronóstico asentado sobre la línea y fallos precedentes suele tener muchas papeletas para acertar;  y si se trata de apostar sobre si se admitirá un recurso de casación por ser cuestión objetivamente dudosa, casi se juega sobre seguro si se apuesta por el criterio de inadmisión.
Las Salas de los Tribunales Superiores de Justicia ( o Audiencia Nacional) son menos predecibles, como feudos que aunque compartan monarca (el Tribunal Supremo) actúan con cierta autonomía dentro de su territorio, si bien la actuación colegiada acomoda el paso de la mezcla de pura sangres, trotones y percherones.
Y ya los Juzgados de lo Contencioso-Administrativo, entre la sobresaturación y la urgencia, presos de “la soledad del portero ante el penalti” son todavía menos predecibles en sus sentencias, demostrando como un mismo juez puede encarnar en unas sentencias un Quijote soñador y en otras un sensato Sancho Panza.
2.  La dificultad de pronóstico se extiende incluso a algo tan esencial para el justiciable como son los costes de un proceso. Si un cliente le solicita a un abogado que le informe  con la mayor precisión de lo que le costará   el desarrollo y desenlace del pleito contencioso-administrativo que le encargará (en coste económico, claro ya que las energías y zozobras padecidas no son evaluables económicamente), le pondrá en un aprieto puesto que se verá obligado a mostrarle la misma incertidumbre que ponían los fontaneros cuando se les preguntaba por el  coste de reparación de la avería antes de iniciar su trabajo (“depende”).
Eso me recuerda que tuve el honor de compartir foro con ese gran administrativista que es Luis Martín Rebollo, Catedrático de la Universidad de Cantabria quien comentó públicamente y con sutil ironía que el instituto del “consentimiento informado” del  ámbito sanitario pronto tendría que aplicarse en el ámbito de la abogacía, ya que antes de asumir un pleito, el letrado tendría que “informar” al cliente y recabar su consentimiento expreso para que no se sorprendiese si en el futuro a cambio de un trozo de papel que llaman “sentencia” ( o “papelito” si lo llaman auto), mas o menos satisfactorio, tuviese que pagar por varios conceptos como los siguientes:
- Tendría que pagar en todo caso las tasas judiciales por formular demandas o recursos de reposición, apelación o casación.

- Tendría que pagar los honorarios de abogado y procurador propio, si no había condena en costas.

- Tendría que pagar los honorarios de abogado y procurador propios, y de la parte contraria, si mediaba condena en costas, que ahora son la regla general.

- Y si formulase recurso de apelación o casación, si no prosperase las costas se le impondrían necesariamente.

- Tendría que pagar los gastos de pericias, testigos o pruebas que se realizasen a su instancia, y las pericias judiciales por mitad.

-  Por si fuera poco, hasta no conocer los autos y sentencias que se pronunciasen sobre las costas, no sería posible tener certeza sobre el porcentaje o monto real de las costas que se tendría derecho a cobrar ( por una parte) u obligación de abonar (por la otra parte).



3.  Para Sevach, la mecánica cuántica intenta dar explicación sobre cómo funciona el interior de un átomo, demostrando que reina el “principio de incertidumbre” ya que resulta imposible conocer a la vez la posición y momento de un electrón, con lo que solo cabe un pronóstico de aproximación. Además la mecánica cuántica demostró que el observador afecta al objeto observado ( observar a través de un potentísimo microscopio un átomo afecta al comportamiento del mismo).
Pues bien, bajo la licencia expresiva del humor, creo que la “mecánica jurídica” será una prometedora disciplina de futuro para dar explicación bajo idéntico principio de incertidumbre, sobre la viabilidad y desenlace de un litigio. Y además, el observador (letrado, cliente) afecta al desenlace del litigio.

 Sospecho que muchos ciudadanos al escuchar el desarrollo de su litigio de boca de su letrado tienen la misma sensación que los alumnos al observar el experimento cuántico del famoso Gato de Schrödineger que estaba a la vez “vivo y muerto” pues existen idénticas probabilidades de ambos fenómenos.
4. De hecho, abrigo la íntima convicción de que siendo España como es, un país con ciudadanos imaginativos pero bastante crédulos, tendría gran éxito un servicio de consulta de predicción de pleitos al estilo de los futurólogos, servido por letrados que a golpe de teléfono, y sobre el relato brevísimo y sesgado del problema, pudieran en un minuto dar una respuesta intuitiva, sin necesidad de razonamiento jurídico, sobre si debe o no embarcarse en el pleito.
Sé que resultaría temerario confiar el asesoramiento jurídico a la tele-consulta, a 1 euro el minuto, pero algo me dice que el ciudadano encontraría desahogo y consuelo;al fin y al cabo, no hay mejor psiquiatra que un barman a medianoche, y quizás no hay mejor abogado que alguien a quien no se conoce y a quien poder colgarle el teléfono. O como tuve ocasión de escuchar personalmente hace quince años a un Rector a quien presté asesoramiento sobre una cuestión y al que no le gustó lo que escuchó de mis labios: “ Necesito un abogado que no haya estudiado Derecho porque nunca escucho lo que quiero”.
5. En fin, que la crisis económica parece arrastrar cierta crisis jurídica y la incertidumbre que se padece, tanto a nivel de Estado como personal,  comienza a presentar rasgos de pandemia. Pero tranquilos, que tampoco el hombre de las cavernas sabía si ese día comería, si su presa despertaría mientras le asestaba un garrotazo, si sus congéneres le arrebatarían el fruto de su trabajo o si una tormenta le provocaría una pulmonía fulminante. Y sobrevivió, y aquí estamos sus descendientes. Claro que entonces no había Estado, ni Unión Europea, ni países emergentes, ni gurus fallidos de la economía, ni globalizaciones descontroladas, ni localizaciones enquistadas, ni homo consumus, ni internet…
P.D. Para aquéllos que encuentren frívola esta reflexión, les recomiendo- si no lo han hecho ya-  la lectura de mi anterior post sobre: “Como ganar un juicio contencioso-administrativo: einte reglas de oro”.

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