domingo, 24 de febrero de 2013

¿Esto es caro? De cómo el precio de una cosa nos dice poco acerca del valor de una cosa

¿Esto es caro? De cómo el precio de una cosa nos dice poco acerca del valor de una cosa:
No puedo dejar de asombrarme cuando los defensores acérrimos de los derechos de autor, del copyright y de, en suma, una concepción de la cultura, de la información, como algo escaso y precioso que debe protegerse a toda costa (incluso pisoteando otros derechos más importantes), no dejo de asombrarme, digo, cuando esgrimen la peregrina pero difundidísima idea de que estamos restándole valor a los libros, a la música, a las películas que nos descargamos ávidamente de Internet sin pagar un euro por ello.

Porque, sostienen, si no pagamos nada por algo, entonces ese algo no tiene valor. Y, al no tener valor, concluyen, entonces se desprecia, lo que conduce a que aún se reclame mayor gratuidad, como el pez que se muerde la cola.

Como yo no os cobro dinero por leer lo que aquí publico, supongo que todo lo que aquí publico no tiene ningún valor para vosotros o sencillamente es basura. Y es posible que sea basura (según la ley de Sturgeon, “el 90 % de cualquier cosa es basura”), pero estoy convencido de que lo será con independencia del precio que os haga pagar por ello (por esa misma regla de tres, Justin Bieber debe de componer mejor música que miles de intérpretes porque las entradas a sus conciertos son carísimas y el tío los llena).


La cuestión es que el precio de las cosas, si bien le puede otorgar cierta aureola de alto standing, de Premium, de cool, a dichas cosas (un vino muy caro nos parecerá que tiene mejor buqué que uno barato, aunque nos hayan servido el mismo vino en ambas copas), no describe en absoluto el valor intrínseco de las cosas: si se vendiera el vino barato a precio de caro, no empezaría a ser un vino mejor.

Además, el precio de las cosas se impone por una mezcla de oferta y demanda y dinámicas psicológicas muy intrincadas. Sin contar el efecto anclaje, clarificado con un experimento muy elocuente en el libro de Dan Ariely Las trampas del deseo, que dijo a sus alumnos de la Sloan School of Business del MIT que iba a hacer una lectura de poesía (Hojas de hierba, de Walt Whitman), pero no sabía cuánto iba a costar, tal y como explica Chris Anderson en Gratis:

Entregó un cuestionario a todos los alumnos y preguntó a la mitad de ellos si estaban dispuestos a pagar 10 dólares por escucharle leer, y a la otra mitad le preguntó si estaba dispuesta a escucharle leer si les pagaba 10 dólares a cada uno. Luego les hizo a todos la misma pregunta: ¿Qué pagarían por escucharle leer la versión corta, media o larga del poema? La nota inicial es lo que los economistas conductuales denominan un “ancla”, que calibra lo que piensa el consumidor que es un precio justo. Ello puede tener un efecto decisivo sobre lo que pagarán en última instancia. En este caso, los alumnos a los que les preguntaron si pagarían 10 dólares, estaban dispuestos a pagar, como media, 1 dólar por el poema corto, 2 dólares por la versión media, y 3 dólares por la versión larga. Entre tanto, los alumnos a los que se les había hecho creer que Ariely les pagaría, dijeron que querían 1,30 dólares por escuchar la versión corta, 2,70 dólares por la mediana, y 4,80 por soportar la lectura larga.

Los precios, pues, poco o nada nos dicen sobre el valor real de una cosa. Hasta el punto de que clubs de música de Los Ángeles están cobrando a los grupos por tocar en el club en vez de pagarles, como era lo habitual.

Ello no ha hecho disminuir la calidad de los grupos, porque éstos valoran la actuación en público más que el dinero, ya que si son buenos, pueden llegar a ganar mucho dinero y prestigio de otras maneras. (De hecho, vosotros no me estáis pagando por leerme, pero yo consigo pagar mis facturas gracias a lo que os escribo).

Y es que ya lo observó el agudo Mark Twain mucho antes de que naciera la piratería digital:

En Inglaterra existen caballeros acomodados que conducen coches de pasajeros de cuatro caballos durante 20 o 30 millas en un recorrido diario en verano porque el privilegio les cuesta un dinero considerable; pero si les ofrecieran un salario por el servicio, eso lo convertiría en trabajo y se negarían a hacerlo.

No te fíes de la sabiduría popular o por qué cuando el río suena, “no siempre” agua lleva (I)

No te fíes de la sabiduría popular o por qué cuando el río suena, “no siempre” agua lleva (I):
Se suele decir que, cuando el río suena, agua lleva. Es decir, que si mucha gente apoya una idea o hay muchos indicios de que una idea es cierta, entonces será cierta, olerá a podrido en Dinamarca.

Sin embargo, confiar en esta asunción es tan aventurado como confiar justo en la contraria: que la mayoría siempre se equivoca. Si fuera así, la democracia sería una entelequia (más de lo que ya es), Wikipedia no funcionaría y la inteligencia colectiva sería un término vacuo.

El quid de la cuestión, pues, parece residir en cuándo debemos depositar nuestra confianza en la mayoría y cuándo no. Por ejemplo, es más inteligente fiarse de lo que afirman los expertos en una disciplina científica porque, entre ellos, hay muchos mecanismos de verificación y se promueve la crítica: en consecuencia, la homeopatía no es efectiva porque hay demasiados estudios que así lo sugieren, aunque haya millones de personas que individualmente sostengan lo contrario. Además, el diseño de los experimentos para confirmar o no la eficacia de un tratamiento elimina gran parte de los sesgos intelectuales de quienes defienden o atacan la terapia.


Ya en el siglo XVII, el científico belga Jan Baptist van Helmont desafió a los curanderos de la época a que demostraran la eficacia de las sangrías y las purgas, proponiendo la siguiente prueba a cambio de una apuesta de 300 florines (afortunadamente, la profesión médica ha avanzado mucho desde entonces):

Saquemos de los hospitales, de los campos o de donde sea a 200 o 500 personas con fiebres, pleuresías, etc. Dividámoslos por la mitad, formemos grupos de manera que una mitad quede a mi cargo y la otra al vuestro. Yo les curaré sin sangrías ni evacuaciones importantes. Vosotros haced lo que sepáis, veremos cuántos funerales tendremos unos y otros.

Archie Cochrane, célebre epidemiólogo escocés que combatió en fascismo en la guerra civil española, fue uno de los grandes críticos de los curanderos y algunos médicos que estaban convencidos de qué tratamiento administrar simplemente porque ya lo “sabían”. Cochrane fue el inspirador de la Biblioteca Cochrane, que sigue dependiendo del esfuerzo voluntario de 28.000 investigadores médicos para reunir las mejores pruebas existentes sobre tratamientos efectivos.

Tal y como sostiene Esther Duflo, una destacada investigadora randomista: “Si no sabemos si lo que hacemos sirve para algo, no somos mejores que los médicos medievales y sus sanguijuelas. Unas veces el paciente mejora y otras, muere. ¿Son las sanguijuelas? ¿Otra cosa? No lo sabemos.”

Por el contrario, no es muy inteligente fiarse de lo que afirman los militantes de un partido político, donde la disensión y la crítica es reprobada. Algo parecido sucede en el ámbito del arte, de la religión o de cualquier otra ideología que no dispone de buenos diseños de experimentos y no se basan en una idea clave: la única manera de progresar acumulativamente en el conocimiento es quitarle la razón a nuestro predecesor, sea o no una vaca sagrada. Estas carencias no tienen nada que ver con la estupidez o la estulticia de sus seguidores, sino en la enorme complejidad del asunto tratado: descubrir si un tratamiento médico es eficaz o no es mucho más sencillo que demostrar si Shakespeare era mejor escritor que Cervantes (en el primer caso hay menos variables que controlar, en el segundo hay variables que incluso entran en conflicto con el subjetivismo).

En la próxima entrega de este artículo, profundizaremos en los claroscuros de la sabiduría popular y sobre el por qué no hay que fiarse de lo que diga la mayoría (independientemente de que sea cierto o no).

Todos los cables submarinos del mundo en un solo mapa

Todos los cables submarinos del mundo en un solo mapa:
Las comunicaciones entre personas situadas a grandes distancias que implicaban mares y océanos dieron un salto cuántico gracias a los cables submarinos, hasta el punto de que las distancias entre personas, hogaño, ya no son lo que antaño (con todo lo que ello representa).

El primer cable entre dos tierras separadas por agua fue tendido por el hombre de negocios Jacob Brett, en 1852. Estaba bajo el Canal de la Mancha y unía Reino Unido y Francia. Hacía sólo 10 años que Samuel Morse había demostrado exitosamente que se podían transmitir telegramas a través de hilos conductores; su primer mensaje telegrafiado fue: What hath God wrought.


Actualmente, el 80 % de las comunicaciones mundiales de teléfono, fax y datos tienen lugar a través de esta inmensa red de cables submarinos. Además, también se tienden cables submarinos destinados al transporte de energía eléctrica; por ejemplo, la interconexión eléctrica que existe entre España y Marruecos a través del Estrecho de Gibraltar, entre las islas de Mallorca y Menorca, y entre Lanzarote y Fuerteventura.

Para que podáis contemplar todos, como si fuera un mapa de la red del metro de una gran ciudad, se ha confeccionado este mapa a gran tamaño, que también cuenta con su versión interactiva.

Bajo el mapa podemos ver también la historia de los cables submarinos a partir de 1997, junto al ancho de banda usado por los países y la capacidad total de los cables. El mapa también se puede comprar impreso por 250 dólares , aunque la versión online interactiva es gratis.

Vía | FayerWayer

¿La violencia suele tener su origen en un exceso de moralidad y justicia personal?

¿La violencia suele tener su origen en un exceso de moralidad y justicia personal?:
images.jpegSólo una minoría de los homicidios se comenten con una finalidad práctica. Los criminólogos suelen barajar el 10 %. El 90 % restante de homicidios, pues, son de carácter moral.

Es decir, que 9 de cada 10 homicidios no se cometen para robar, para evitar la detención de la policía, para violar, etc. 9 de cada 10 homicidios se cometen como represalia tras una ofensa, por una pelea doméstica, por un problema afectivo (infidelidad, por ejemplo, o abandono de la pareja). Es decir: celos, venganza y defensa propia.

Tal y como afirmaba el experto en leyes Donald Black en su influyente artículo “El crimen como control social”, casi todo lo que llamamos crimen es, desde el punto de vista del perpetrador, búsqueda de justicia. O dicho de otro modo: el 90 % de los homicidios no los cometen malas personas, o al menos no son personas que consideran que están haciendo mal: incluso es posible que se vean a sí mismas como héroes o víctimas.

Son, en definitiva, como el Juez Dredd: juez, jurado y verdugo.

Naturalmente, ello no justifica en absoluto el homicidio, pero sí permite que concibamos la acción violenta de otro modo, y por tanto sepamos atajarla de un modo más eficaz. Por lo pronto, tal y como señala Black, la violencia general no se debe a un déficit de moralidad y justicia, sino a un exceso de las mismas, al menos tal y como éstas son concebidas en la mente del autor del crimen.


Generalmente, las personas de estatus inferior tienden a no aprovechar la ley y a mostrarse hostiles ante ella, y prefieren la antigua alternativa de la justicia de la “autoayuda y el código del honor.

Pero todas las personas, independientemente de su estatus, pueden perder los estribos y considerarse víctimas de una situación claramente injusta. Ello no debe hacer disminuir el castigo frente a estas personas, sino que intelectualmente nos permite derribar un dogma: que la violencia es una especie de enfermedad o que es resultado de apuros económicos o furia contra la sociedad.

Tal y como explica Steven Pinker en Los ángeles que llevamos dentro:

Consideremos a un hombre que es detenido que es detenido y juzgado por agredir al amante de su esposa. Desde el punto de vista de la ley, el agresor es el esposo y la víctima es la sociedad, que ahora está buscando justicia (una interpretación, recordemos, reflejada en la denominación de los casos judiciales, como “El Pueblo contra John Doe”). Desde el punto de vista del amante, el agresor es el esposo y la víctima es él; si el esposo consigue la absolución, la nulidad del juicio o un acuerdo de reducción de pena, no hay justifica, pues al amante se le prohíbe vengarse. Y desde el punto de vista del esposo, él es la víctima (de que le hayan puesto los cuernos), el amante es el agresor, y se ha hecho justicia (pero ahora es víctima de un segundo acto de agresión, en el que el estado es el agresor y el amante un cómplice).

El propio Donald Black abunda en la psicología del homicida:

Los que cometen asesinato (…) a menudo parecen resignados a su destino en manos de las autoridades; muchos esperan pacientemente a que llegue la policía; algunos incluso llaman para informar de su crimen (…). En este tipo de casos, de hecho, los individuos implicados podrían ser considerados mártires. Sin diferenciarse de los trabajadores que violan la prohibición de declararse en huelga (sabiendo que irán a la cárcel), o de otros que desobedecen la ley por razones de principios, hacen lo que creen correcto y sufren de buen grado las consecuencias.

Habida cuenta de estas conclusiones, parece que un estado será menos conflictivo no tanto por una mayor presión policial o unos mejores consejos morales del tipo todos somos iguales, ama al prójimo como te amas a ti mismo, sino un sistema legal más seguro y garantista, incluso en pequeños conflictos, que permita que las personas resuelvan sus diferencias de un modo más civilizado (a la vez que dichas personas son educadas para que sepan aprovecharse de ese sistema).

Sea como fuere, el problema tiene muchas más variables de las que parece en un principio, y un “se han perdido los valores” o “mano dura con el infractor” no parecen soluciones tan eficaces.

Cosas que probablemente no sabes de las vacas: con la sangre se fabrica cola, fertilizante y la espuma de los extintores

Cosas que probablemente no sabes de las vacas: con la sangre se fabrica cola, fertilizante y la espuma de los extintores:
vacasLas vacas son animales fascinantes, y no sólo porque den leche y carne. Por ejemplo, nos ayudan en el desarrollo de vacunas (vacinus, “vacuna” en latín, deriva de vaca). Los pulmones de vaca se usan para fabricar anticoagulantes, las placentas son un ingrediente importante en muchos cosméticos y productos farmacéuticos, y el septo (el segmento de cartílago que divide las fosas nasales) se convierte en un medicamento para la artritis.

Con la sangre se fabrica cola, fertilizante y la espuma de los extintores. Con los huesos de vaca, entre otros ingredientes, se fabrica el líquido de frenos, tal y como explica John Lloyd en El pequeño gran libro de la ignorancia (animal).

Plinio el Viejo recomendó una vez un brebaje a base de hiel de toro, jugo de puerro y leche humana para curar el dolor de oídos (aunque sigo prefiriendo el remedio de la abuela de unas gotas de aceite templado). Para la receta original de margarina, Hippolyte Mège-Mouriés usó ubres de vaca en lonchas, grasa de ternera, jugos gástricos de cerdo, leche y bicarbonato.


Vaca en primer planoLas vacas que están en pastos rodeados por cercos de alambre pueden sufrir la enfermedad del alambre. Está provocada por los restos de alambre, grapas y clavos que tragan las vacas cuando comen. Para tratarlas se les administra un imán. El imán se sitúa en la primera parte del estómago y permanece ahí toda la vida de la vaca.

Si el cerco está electrificado, entonces las vacas recuerdan perfectamente que intentar atravesar esa zona produce dolor. Hasta el punto de que, si se retira el cerco, la vaca no vuelven a travesar esa línea. Por mi parte tuve una pequeña experiencia al respecto cuando viajé a Suiza, que quizá os apetezca leer para reíros a mi costa: El día que fui a visitar la catarata donde murió Sherlock Holmes… y casi me electrocuto.

Pero las vacas, sobre todo, son gigantescas fábricas andantes que contribuyen en el efecto invernadero de la Tierra. La gente piensa que lo peligroso son sus ventosidades, pero no es así. Lo que produce una media de 340 litros de metano al día son los eructos de la vaca. O sea, el 4 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. La cría de ganado produce el 18 % de todos los gases de efecto invernadero (más que todos los coches y otras formas de transporte del mundo).

Así que no es extraño decir que en Suecia existe un tren que funciona con el metano que se extrae de los órganos hervidos de la vaca: un solo ejemplar es suficiente para que el tren se desplace casi 4 kilómetros.

CercoSteven D. Levitt y Stephen J. Dubner lo explican así en su libro Superfreakonomics:

Pues porque las vacas (y también las ovejas y otros animales rumiantes) son terriblemente contaminadoras. Sus exhalaciones, flatulencias, eructos y estiércol emiten metano, que como gas de efecto invernadero es unas veinticinco veces más potente que el dióxido de carbono emitido por los automóviles (y dicho sea de paso, por los humanos). Los rumiantes del mundo son responsables, aproximadamente, de un 50 por ciento más de gas de efecto invernadero que todo el sector de los transportes.

Tal es el peligro de que las vacas destruyan el mundo con sus eructos que se está investigando una píldora reductora de metano. Tendrá el tamaño del puño de un hombre y se disolverá en las entrañas de la vaca a lo largo de varios meses.

Resulta irónico que las vacas, epítome de la contaminación, sean un complemento idóneo de un decorado alpino, epítome de la ecología. Es como contemplar decenas, cientos de basureros de residuos nucleares sobre un paisaje que podría funcionar como fondo de pantalla de Windows… y determinar que encajan allí perfectamente. Así de contradictoria es a veces la naturaleza.

Las cifras más curiosas del ADN

Las cifras más curiosas del ADN:
adn

  • Cada célula del cuerpo humano (con la excepción de los glóbulos rojos) contiene una secuencia de ADN de 3.200 millones de letras de longitud, es decir, 2 metros de ADN. Y es que un trozo de ADN de 1 mm de longitud contiene una secuencia de pares de bases de más de 3 millones de letras.

  • Es como la receta de un guiso o el código de un programa informático. El ADN está formado por largas secuencias de moléculas llamadas bases nitrogenadas que aparecen en 4 “sabores”: adenina (A), citosina ©, guanina (G) y timina (T). Al descubrirse, se creyó imposible que solo 4 letras pudieran contener las instrucciones de la inmensa complejidad de un organismo completo: sería como escribir la Enciclopedia Británica con sólo 4 letras.


  • Pero es posible escribir tantas instrucciones con sólo 4 letras, tal y como explica Joel Levy en 100 analogías científicas:

Las proteínas están compuestas por 20 aminoácidos diferentes, así que lo que se necesita es un código capaz de cifrar al menos 20 mensajes (o codones) diferentes. Como cada letra presenta cuatro opciones, las secuencias de dos bases sólo permitirían 16 (4×4) palabras de dos letras, o codones. Pero si las secuencias tienen tres bases, es posible transmitir 64 (4×4×4) codones distintos, más que suficiente si se quieren especificar 20 aminoácidos.

  • Para asimilar la cantidad de letras que componen el genoma humano, debemos imaginarnos tecleando en el ordenador 60 palabras por minuto, 8 horas al día… durante 50 años. Y es que el ADN de una simple ameba unicelular ya contiene hasta 400 millones de bits de información genética, lo suficiente para escribir 80 libros de 500 páginas cada uno.

  • El ADN puede preservarse durante mucho tiempo: las muestras más antiguas encontradas hasta el momento corresponden a plantas, mamuts y otros animales siberianos de hace 400 mil años.

  • Las sustancias químicas y otros agentes atacan y dañan con frecuencia el ADN de una célula humana a un ritmo, en términos generales, de 10.000 veces al día. Alteraciones en un solo gen son las causantes de entre 3.000 y 4.000 enfermedades hereditarias.

  • Si desenrrolláramos todo el ADN de las células de un cuerpo humano, cubriríamos la distancia de la Tierra a la Luna 7.000 veces. Veamos los cálculos: el total de células del cuerpo humano (2 billones = 2 × 1012 células) y la longitud equivale al recorrido de 7.000 viajes de ida y vuelta a la Luna (distancia Tierra – Luna = 300.000 Km)


  • Christian Bök, profesor de escritura creativa de la Universidad de Calgary (Canadá) consiguió grabar unos versos poéticos en el ADN de una bacteria. El alfabeto que utiliza es el mismo código genético, gracias al cual se interpreta dicho ADN, que es traducido a las proteínas a las que ha dado lugar.

Vía | Pagina12

Conexiones eléctricas entre las flores y sus polinizadores

Conexiones eléctricas entre las flores y sus polinizadores:
abejorro

Puede que las flores sean silenciosas, pero un estudio reciente ha descubierto que pueden comunicarse con abejorros u otras especies, incluidos los humanos, mediante una serie de campos eléctricos.

Es bien sabido que el color, la forma o las fragancias de las flores permiten conectar con los polinizadores, pero este nuevo estudio, publicado en la revista Science, añade además electricidad.

Ahora tan sólo hemos descubierto la existencia de potenciales eléctricos, beneficiosos para ambas partes. Otro ejemplo más de la belleza de la evolución

Dice el co-autor Daniel Robert, profesor en la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Bristol.


Las abejas tienen una carga eléctrica positiva porque vuelan en el aire, que está lleno de todo tipo de pequeñas partículas, como polvo u otras moléculas cargadas, explica Robert. La fricción de estas partículas hace que las abejas pierdan electrones, dejándolas con carga positiva.

Las flores, por su parte, están “conectados eléctricamente” a la tierra. A diferencia que el cobre, que transfiere cargas muy rápidamente, las plantas conducen la electricidad muy lentamente, tendiendo a poseer una carga negativa.

Para el estudio, Robert y su equipo colocaron flores de petunia en una zona donde las abejas revoloteaban libremente. Más tarde, los investigadores estudiaron cómo las interacciones entre ambas cambiaron los campos eléctricos y el comportamiento de las abejas.

Ellos determinaron que cuando una abeja aterriza en una flor se genera un campo eléctrico, y por lo tanto una fuerza. Es como si se produjera una chispa cuando una y otra conectan.

Robert y sus colegas creen que la abeja puede sentir esta fuerza inducida eléctricamente. Al parecer, para mejorar la memoria asociativa de la abeja con los premios de la flor, como el polen y el néctar. La flor, a su vez, cambia eléctricamente por un período corto después de la interacción.

Creemos que las flores tienen algo que decir en esa estrategia, informar a las abejas que la oferta estará de regreso próximamente. Es una especie de “interacción dinámica”

Este proceso de información de la flor no sólo reúne todas las herramientas de comunicación para la planta, sino que aumenta el poder de las otras, como por ejemplo el color.

Hemos demostrado que cuando existe la presencia de un campo eléctrico, incluso si es leve, las abejas pueden aprender la diferencia entre dos colores más rápido. Así que, como en un spot comercial, el mensaje principal y obvio puede ser apoyado por las otras señales que no necesariamente transmiten información sobre el producto, sino que lo asocia fácilmente con él

Dice Robert.

Thomas Seeley, director del Departamento de Neurobiología de la Universidad de Cornell, está intrigado por la posibilidad de que los campos eléctricos puedan facilitar una comunicación rápida y dinámica entre flores y polinizadores.

Seeley dice que el estudio abre una ventana a un sistema sensorial desconocido que las abejas utilizan durante la búsqueda de alimento.

Vía | ABC Science

Backup Easy App Toolbox: respalda aplicaciones Android a Dropbox, Box o SkyDrive

Backup Easy App Toolbox: respalda aplicaciones Android a Dropbox, Box o SkyDrive:
Ahora mismo hay muchas aplicaciones y servicios que nos permiten respaldar nuestras aplicaciones y el contenido de nuestro Android de forma gratuita. Sin embargo, son pocos los que nos permiten hacer ese respaldo gratis si se trata de servicios en “la nube” como Dropbox, Google Drive o Box.net.
Backup-Easy-App-Toolbox
Con Backup Easy App Toolbox vamos a poder hacer un respaldo de nuestras aplicaciones a los servicios antes mencionados de forma gratuitas. Una ventaja sobre el reciente anunciado y ya bastante popular, Carbon, porque sólo permite el respaldo a servicios en la nube si compramos la versión premium.
La ventaja de contar de esta aplicación es que también nos permite compartir aplicaciones con amigos o contactos por correo electrónico. Además de respaldar nuestras aplicaciones, Backup Easy App Toolbox también nos permite restaurar ese respaldo ya sea en nuevo terminal en el mismo. Sin olvidar que también nos permite hacer un respaldo a una tarjeta SD.
Descarga Backup Easy App Toolbox para Android
Vía – Bitmovil

Guerras de nuestros nietos

Guerras de nuestros nietos:
Es un ataque global y devastador. Todas las redes de comunicaciones digitales, suministros de agua y energía, sistemas de control de tráfico aéreo, terrestre y ferroviario quedan colapsados; los mandos policiales y militares, bloqueados; la producción industrial, interrumpida; y el comercio, así como las oficinas públicas y privadas, obligados a cerrar. La gente debe recluirse en sus casas, sin luz y sin agua, y hacer acopio de comida.
Todo sucede bajo el control visual de satélites y drones que sobrevuelan el territorio. Sigilosamente, sin enfrentamientos ni sangre, solo con las numerosas víctimas mortales y heridos en los numerosos accidentes ocasionados por el colapso súbito de las infraestructuras. Puede que se produzca el disparo de un misil con una carga de alta penetración, incluso nuclear, para horadar los búnkeres donde se refugian las cúpulas políticas y militares del país atacado. En cuestión de minutos el país entero queda paralizado, a disposición del vencedor.
Después, todo queda en silencio y a oscuras, como en la Edad de Piedra, tal como le prometió un representante del Gobierno de Estados Unidos al presidente Pervez Musharraf en 2001, después de los ataques del 11-S, en caso de que Pakistán siguiera apoyando a los talibanes y a Bin Laden. Sin bombardeos masivos ni desembarcos de centenares de miles de infantes de marina, tanques y cañones; sin bajas propias y con muy pocas ajenas, y en un pestañear de ojos, el país atacado se convierte en algo similar a la Alemania vencida de 1945.
Así podemos imaginar una ciberguerra completa, en la que las armas utilizadas son potentes virus informáticos que no pueden detectar ni neutralizar las ciberdefensas del país atacado. Nada parecido se halla ahora a la vista, a pesar de que empezamos a saber algo sobre cómo son los ciberataques, que prefiguran y permiten hacer volar la imaginación sobre las guerras del futuro.
Acabamos de conocer la existencia de una entera unidad del ejército chino dedicada a la guerra cibernética, según ha revelado una consultora privada estadounidense. La revista Foreign Affairs ha señalado que la propia China sufrió cerca de medio millón de agresiones en 2011, el 15% de ellos con origen en territorio estadounidense. La misma revista documenta la existencia de 124 países pertrechados para la ciberguerra, de los que solo 20 han realizado 95 ataques organizados entre sí entre 2001 y 2011. Los que más, China y EE UU, en 18 ocasiones al menos, siempre a iniciativa de Pekín y con solo dos contrataques de Washington. India y Pakistán lo han hecho en 11 ocasiones, diez las dos Coreas y ocho Israel e Irán. Es solo el principio. Al final, si no evitamos la escalada ni marcamos con reglas internacionales el terreno de juego, llegará algún día la guerra total, que nosotros no veremos, pero podrían ver nuestros nietos.

Demasiado pasado, de Josep Ramoneda

Demasiado pasado:
En hora y media de discurso del estado de la nación, el presidente Rajoy no pronunció ni una sola vez las palabras justicia y desahucio. El paro, las desigualdades y la vivienda son los tres principales problemas sociales de este país. La combinación del paro con el endeudamiento hipotecario es explosiva, conduce directamente a la exclusión y a la marginación social. Las desigualdades están abriendo un agujero en la sociedad que diluye cualquier idea de comunidad o proyecto compartido: cada uno a lo suyo y sálvese quien pueda. Estamos hablando de cuestiones que afectan dramáticamente a la vida de las personas y que alejan cualquier idea de justicia y equidad, que son las bases de una sociedad civilizada y democrática. Y, sin embargo, no forman parte del vocabulario de Rajoy. El derecho a la vivienda digna, que figura en la Constitución, es papel mojado. Los desahucios han provocado la mayor movilización social desde que empezó la crisis. El presidente despacha la cuestión con una frase de rechazo rotundo de la dación en pago.
Mariano Rajoy hizo el debate del estado de la nación con un solo objetivo: levantar la moral de su tropa. La tropa partidaria tiene diferentes niveles. El primer círculo son los cuadros y la militancia; a ellos, desorientados por el caso Bárcenas, iba dirigido el grueso del discurso: estoy aquí para cuatro años y no pienso dejarlo. El segundo círculo es el de los electores fieles, los que todavía no han sentido la llamada de la fuga, entre otras cosas porque no saben adónde largarse. El uso verbal del pasado que hizo el presidente, como si lo peor hubiese quedado atrás, en flagrante contradicción con los seis millones de parados a los que se refirió en sus primeras palabras, tenía como objetivo despertar algún recodo de esperanza en ellos. De ahí, también, la referencia a los tiempos dorados del PP. Del tercer círculo, los que frustrados por el incumplimiento de las promesas expresan su irritación en las encuestas, ni se preocupó. Si las cosas mejoran, ya volverán. El resto de la ciudadanía ni siquiera entraba en su campo de visión. Un campo condicionado por el retrovisor: Rajoy funda su legitimidad en la arcadia pepera de 2000 y en la desastrosa herencia de Zapatero. Demasiado pasado.
El presidente busca aliento mirando hacia atrás porque su futuro depende de lo que Bárcenas sepa y de lo que esté dispuesto a enseñar. Si un día se demuestra, por ejemplo, que el presidente cobró sobresueldos del partido bajo mano, tendrá que irse a casa. Uno de los síntomas que avisan de la pérdida del sentido de la realidad de los políticos es que disfrutan como niños con sus propias ocurrencias. Rajoy se regodea en el juego de no mencionar el nombre del extesorero. En el fondo, es un reconocimiento de impotencia ante una sombra que le persigue y le perseguirá mientras no se clarifiquen los hechos. Su promesa de cumplir la legislatura depende simple y llanamente de un chantaje. Y, dado que el futuro de la Corona depende de otro chantaje, no se puede negar que la estabilidad institucional del país es precaria. Pero Rajoy puede exhibir firmeza porque el principal partido de la oposición también está atrapado por el pasado: demasiadas batallas sobre las espaldas de Pérez Rubalcaba. Si Rajoy no tiene credibilidad contra la corrupción por el chantaje al que está sometido, el líder socialista, con una larga historia al servicio del régimen actual, no la tiene como motor del cambio que el país necesita.
PP y PSOE tienen un interés común: la defensa del régimen bipartidista que han protagonizado estos años y que ahora está dando señales de estar gripado. Por eso el debate del estado de la nación ha sonado a antiguo y alejado de la realidad. La ciudadanía espera que las cosas se muevan, y la política les ofrece un debate de los de siempre. Rajoy, en caída libre en los sondeos, utiliza a Merkel y a las instituciones europeas, y no a los ciudadanos, para validar sus políticas (la democracia al revés), y Rubalcaba, todavía en mayor debilidad, teme verse desbordado por su izquierda. Todo ello con el ya conocido desdén de un presidente que es un excelente orador parlamentario, pero incapaz de transmitir empatía con los ciudadanos. Tres meses después de las elecciones catalanas no se ha dignado todavía hacer una propuesta política a Cataluña. El desprecio con que respondió a un manso Duran Lleida (“no nieguen a los catalanes el derecho a ser españoles y europeos”, dijo Rajoy) fue elocuente. El país cambia, el régimen permanece.

Matar

Matar:
Ningún cazador, como yo mismo hace 70 años, negará el fuerte y gratificante sentimiento de poder que da romper el vuelo y la vida de una perdiz sobre la vertical de su cabeza al verla y oírla rebotar casi a sus pies con el tan celebrado “pelotazo” propio de un ave de ala más bien corta para un cuerpo pesado. La gran ventaja de las armas de fuego es obrar a distancia, sin contacto con la presa y con la simultaneidad del efecto sobre esta y el trueno del disparo —que añade a nuestro placer el de un poder jupiternino: Iuppiter tonans—;tan instantáneo es todo ello que sería imposible no sentir la acción del dedo en el gatillo como causa eficiente en el sentido más cabal.
Si me he explicado bien, de modo que me entienda también aquel que no sea cazador, lo que acabo de enunciar es el punto esencial y necesario de la pasión por las armas de fuego.
Viene esto a cuento de la recientemente reavivada querella sobre la Segunda Enmienda de la Constitución americana, con su tan discutible como discutida interpretación tradicional. Lo que en ella siempre me ha sorprendido es la seguridad de los defensores del derecho de llevar arma de los particulares, como lo de la NRA, de que ellos y los suyos vayan a saber defenderse al menos una gran mayoría de las veces frente a los agresores. Y no podrían por menos de estarlo, porque es un supuesto necesario para justificar el derecho de llevar armas. Naturalmente, tampoco están tan obcecados que no sepan reconocer que incluso en las más grandes victorias pueden y suelen morir algunos de los nuestros; pero el impreso de la contabilidad trae también un recuadro reservado para esta partida bajo el rótulo de “precio que hay que pagar por la victoria”.
La idea de “precio que hay que pagar por la victoria”, que apenas sabría yo imaginar anterior al siglo XX, es bastante pintoresca. El reconocimiento de ese “precio” no se detiene en una tibia aceptación realista, en el sentido en que últimamente se usa esta palabra, sino que hace a la batalla más meritoria que si hubiese sido totalmente gratuita; una victoria gratuita desmerece incluso frente a una derrota gloriosa: Trafalgar. Pero la idea del precio pagado se agiganta cuando las batallas y las guerras se refieren al ayer, a la historia de la Patria que han llegado a construir; en la alabanza de la Patria se encarecen los inmensos sacrificios de muerte y de sangre en que se encumbran su gloria y su grandeza. El precio de esos sufrimientos no resta, suma, no merma el Debe sino que agiganta el Haber. Sin embargo... Oh, sin embargo, las nuevas tecnologías podrían llegar a acarrearle una inquietante mutación al concepto mismo de “gratuidad” con el famoso invento de los drones, que precisamente ahora, en América, están en plena discusión.
En el aún reciente caso con fusil de asalto en que mataron a 20 niños y 7 adultos, hubo un miembro de la NRA, que elogiando el valor de la directora, que había salido inerme a plantarle cara al agresor, comentó: “Tan solo le faltaba haber tenido un rifle y le habría volado la cabeza”. Nótese que “volarle la cabeza” tiene la enfática contundencia propia de una certidumbre. ¿Responde tal certidumbre a la demostrada valentía de la mujer o bien al deber moral de estar siempre a favor de la víctima que pese al fatal error de haber salido inerme es, tanto más eminentemente, De los Nuestros? Y Los Nuestros significa Los que Van a Ganar, Los que Tienen que Ganar o, en una palabra, Los que Ganan, porque es la Victoria lo que los define.
Por supuesto, nadie se atreverá a negarme que los buenos mucho antes y mucho más acendradamente que Los Buenos son Los Nuestros; así lo declaran paladinamente “Right or Wrong my Country” o “A la patria se la defiende con razón o sin ella”. En los cines de Roma, en mi infancia, cuando estaban los indios en pantalla preparando alguna de sus fechorías y de pronto sonaban en off las trompetas de la caballería americana toda la sala rompía en un clamor: “Ecco li nostri”. Eran sin duda más primitivos y por tanto más clarividentes que los españoles, que decían “Los Buenos”. Por mi parte, no he vuelto a pisar el cine desde 1986, salvo dos excepciones de cortesía, pero cada vez me cabe menos en la cabeza que incluso personas leídas e ilustradas sean capaces de soportar una película del Oeste más.
Digamos finalmente que no solo pistolas y fusiles, sino todas las armas en general, la palabra lo dice, confieren el mayor de todos los poderes: el poder de vida o muerte. Fue Timur el Cojo (vulgo Tamerlán), que hizo 32 guerras, el que inventó las comunicaciones como instrumento de poder y fundó una formidable red de correos a caballo para aumentarlo y conservarlo. El incremento constante de las comunicaciones y de su rapidez ha sido lo que ha acelerado aceleradamente los cambios en el mundo y las mudanzas en la vida de los hombres y sus vicios.
Así, en un mundo de grandes ciudades como el de hoy en día, la caza ya no es una ocupación general como siguen siendo la agricultura, la ganadería y hasta la pesca; la caza es casi solo una actividad particular, mayormente deportiva, y los cazadores son una mayor o menor minoría de la población urbana y hasta rural. Solo he conocido un cazador profesional, que vendía lo que mataba, pero precisamente lo llamaban “Fulano el Cazador” (he puesto Fulano, pero recuerdo perfectamente el nombre). Un muchacho corriente de ciudad no conoce las armas más que por el inmenso y aplastante caudal de cultura impuesto en todo el mundo por las películas del Oeste.
Las armas de fuego fueron el instrumento capital de los héroes de la gran epopeya del Destino Manifiesto. Para un chaval que va al cine a matar animales, como los cazadores, es solo un sustitutivo, un Ersatz, de matar hombres. Las armas de fuego y los que las disparan solo se realizan con esta clase de víctimas supremas, solo estas colman y desbordan con espuma la copa de oro del poder de vida o muerte.
Para ilustrar la diferencia nada mejor que una vieja película titulada Franco, ese hombre, de José Luis Sáenz de Heredia, que era una biografía apologética y hasta pedagógica de Francisco Franco en la segunda parte de su vida. En un pasaje en que aparecía el Generalísimo cazando gamos del Monte del Pardo, en las proximidades de su residencia, la voz en off decía: “Pólvora descafeinada para quien durante tantos años la ha tomado pura”. El pobre, como amaba tanto a los españoles, no podía disparar ni mandar disparar, cañones incluidos, contra ellos y tenía que contentarse con matar los inocentes gamos del monte del Pardo.
Rafael Sánchez Ferlosio es escritor.

sábado, 23 de febrero de 2013

La libertad no queda tan lejos, de Félix Alonso

La libertad no queda tan lejos:

Hoy por la mañana amanecí muerto, no literalmente pero poco faltó. Al menos fue lo que pensé al tratar de encender el teléfono. Por más que apretaba el botón no era capaz de hacer que aquello diera señales de vida. Todo cuanto soy metido dentro de 12,38 x 5,86 cm. 

Decenas de direcciones de correo electrónico y cientos de números de teléfono en su interior. Un drama. Qué coño un drama, un putadón en toda regla. Años de relaciones y de trabajo para conseguir una agenda envidiada y codiciada por muchos. 

El inicio de un calvario. Si no me acuerdo ni de mi número, el cual también tenía memorizado en el teléfono, cómo voy a ser capaz de recordar el de los demás. Media docena de profundas inhalaciones, una tortilla de prozac para desayunar y una ducha bien fría para aplacar los caldeados ánimos. 

Ni una maldita copia de seguridad, con lo previsor que eres para otras cosas. Ni tan siquiera una mísera agenda como las de antes, aunque únicamente se utilizaran en casos de emergencia, puesto que sabíamos de memoria hasta el número de teléfono del vecino de enfrente al que nunca llamábamos. 

El repudiado servicio técnico espera, y lo mejor será ir caminando provisto de una libreta. Así, si me cruzo con algún amigo o conocido le puedo pedir su número y, de paso, el mío. 

“¡Uy, qué mala pinta tiene esto, señor!”. No sé qué me dolió más, si lo de señor o la mala pinta. Aunque probablemente presentara yo peor aspecto que el teléfono. Soltó de carrerilla la retahíla por todos conocida, rechacé un terminal de la época del pleistoceno y me sugirió encomendarme al Altísimo. 

Regresé arrastrando los pies, como alma en pena que maldice su desdicha. Ausente, distraído y vencido. Renegando de mi falta de cautela. Pasadas unas horas, cuando entendí que no sonaría el “ding” del WhatsApp o del email, ni el ring del teléfono, me sentí incomunicado pero un poco más libre.

martes, 19 de febrero de 2013

La peineta

La peineta:

No queda del todo claro, algunos historiadores se lo atribuyen a Calígula, que dicho de paso era malo como un demonio. Dicen que utilizaba este gesto para humillar a sus súbditos, en particular al tributo Casio Querea, al que trataba de afeminado.

Otras fuentes aseguran que en la antigua Grecia se usaba para alejar el mal de ojo. Explicación asociada al gesto que hace el órgano sexual masculino y al que se le atribuía la capacidad de apartar las maldiciones. Efectivamente, eso debió ser en otra época. 

Por último, hay quien comenta que su origen se remonta a la Guerra de los Cien Años y que enfrentó a Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453. Los primeros tenían el propósito de cortar el dedo corazón a todo aquel arquero inglés que lograran capturar  para que, de este modo,  no pudieran volver a lanzar flechas. Cuando el paso de los años empezó a decantar la batalla a favor de los ingleses, estos mostraban el dedo a sus adversarios en señal de mofa. 

Sea como fuere, cualquiera de los tres supuestos son lo suficientemente ilustrativos. Si buscamos un paralelismo entre ellos y Bárcenas puede resultar algo así: la primera hipótesis refleja el deprecio que el ínclito siente hacia los que allí estaban, circunstancia que se puede hacer extensiva a todo aquel al que su conducta le parezca repugnante.  

La segunda conjetura nos lleva a pensar que es una persona muy supersticiosa y simplemente pretende alejar el mal de ojo. Seguramente echado por alguna gitana del Retiro a la que no dejó que le leyera la mano. Por eso se levanta siempre con el pie derecho, nunca pasa por debajo de una escalera, toca madera cuando se le cruza un gato negro y al pasar la sal siempre la deja sobre la mesa. 

Por último, significa un gesto de burla. Todos pensábamos que en lugar de ir a esquiar a Canadá a estas alturas del cuento ya estaría en el trullo. No sé si la “guerra” durará 116 años, lo que parece claro es que está seguro de ganarla. Aunque espero que tenga algún ancestro francés.

Para que luego digan que estudiar historia no sirve para nada.

BitTorrent SoShare, compartiendo archivos de hasta 1 TB vía web

BitTorrent SoShare, compartiendo archivos de hasta 1 TB vía web:
La gente de BitTorrent no descansa, vienen lanzando aplicaciones desde hace unas semanas para acá y las más reciente ha sido SoShare, un servicio web que nos permitirá compartir archivos de hasta 1 TB vía web.
SoShare
La idea de esta aplicación es competir directamente con los sitios de almacenamiento en línea. Por ejemplo, las cualidades de Dropbox posiblemente sea superiores pero sólo dejan que compartamos archivos de hasta 250 MB, de la misma forma que pasa con Box o cualquier otro sitio de descarga directa.
En el caso de SoShare, sólo debemos registrarnos a través del sitio oficial, instalar el plugin que ellos proveen y comenzar a compartir nuestros archivos de gran tamaño. Lo interesante de esto es que no hay limite y nos permite gran espacio. Además, enviar el archivo es tan sencillo como enviar un correo a una persona o varias.
Cada archivo que compartimos queda a nuestra disposición durante 30 día, posteriormente se elimina automáticamente.
SoShare está en beta, pero lo he probado y funciona perfectamente.

Torrent Stream, streaming de torrents sin descargarlos y añadiendo subtitulos

Torrent Stream, streaming de torrents sin descargarlos y añadiendo subtitulos:
VLC es quizás es el mejor reproductor de contenidos multimedia, no sólo por ser multiplataforma, sino por ser de código abierto y permitir que otros desarrolladores, como la gente de Torrent Stream, haga maravillas con él.
TS Player VLC
La gente de Torrent Stream ha logrado hacer lo que VideoLAN quiere hacer con VLC: permitir el streaming de torrents sin necesidad de descargarlos. Lo curioso de esto es que ya se puede.
Torrent Stream ha creado su propia versión de VLC para que podamos ver archivos .torrent directamente desde el reproductor, añadiendo subtitulos, y sin necesidad de descargarlos. El pack de Torrent Stream es compatible con Window, Mac y Linux/Ubuntu, puede ser descargado ahora mismo de la pagina oficial de forma gratuita.
Así funciona:
- Descargamos Torrent Stream para nuestro sistema operativo.

- Lo instalamos

- Vamos a nuestro sitio de torrents favoritos (aquí una lista) y descargamos el enlace.
torrent stream
- Una vez que tengamos el archivo .torrent sólo debemos hacer clic derecho sobre él y seleccionar reproducir con VLC Media Player ACE Stream, esperamos una segundos a que comience el vídeo y allí integramos los subtítulos.
Es más que sencillo. Si ya habían descargado torrents y reproducido con VLC no tendrán ningún tipo de problema para realizar este proceso.

lunes, 18 de febrero de 2013

Un reto para la élite empresarial

Un reto para la élite empresarial:
Entre el ruido y la furia antipolítica que enturbia hoy la conversación pública española, un hecho esencial parece haber quedado olvidado: fue el sector privado, no el público, el que causó la crisis. La actuación de nuestros políticos ha sido sin duda inadecuada, pero fue determinada élite empresarial y financiera la que, con sus decisiones privadas de inversión y abuso del crédito, llevó al país al borde de la quiebra. No se trata de culpabilizar, sino de hacer un diagnóstico acertado de las causas de la crisis para así poder superarla y no volver a repetirla. Las indudables limitaciones de nuestras instituciones públicas y Administración no eximen de su responsabilidad a determinada élite empresarial de haber construido un modelo económico con pies de barro incapaz de hacer frente a la crisis internacional.
Sin embargo, corremos el riesgo de enterrar esta realidad bajo el discurso fácil del victimismo y la demonización de la clase política. Sería un grave error, pues nuestro problema no es solo la corrupción, que también, sino aún más la falta de crecimiento económico, consecuencia en buena medida de la incapacidad de nuestra élite económica, tras 30 años de democracia y economía de mercado y con el viento a favor durante una buena parte de ese periodo, de crear una estructura económica dinámica, innovadora y competitiva, capaz de generar crecimiento y empleo de calidad.
Al bajar la marea de los excesos, la supuesta excelencia se revela a veces como producto del crédito fácil, el corporativismo rentista e incluso actuaciones delictivas. Un modelo que en muchos de sus sectores está dominado por un establishment corporativo que, en connivencia con los poderes públicos, conforma una oligarquía público / privada que tiene cooptado el sistema en su beneficio y bloqueada la energía creativa del país; un mercantilismo plutocrático, en concepto del filósofo Roberto Unger, y que Andrés Ortega y yo mismo hemos desarrollado en nuestro libro ¿Qué nos ha pasado? El fallo de un país. Las víctimas de este sistema no son solo consumidores que pagan precios abusivos y asalariados precarizados por un empresariado que prefiere contratos de seis meses a invertir en sus empleados, sino también la mayoría de empresarios, autónomos y pymes que, como Sísifo, luchan inútilmente por salir adelante en un sistema sin verdadera igualdad de oportunidades.
La narrativa dominante es, paradójicamente, la contraria. La de una élite empresarial y unas multinacionales dinámicas lastradas por la política. Como argumento exculpatorio puede ser válido; como descripción de la realidad, no. Efectivamente, en España ha habido una extracción de rentas, pero los extractores han sido principalmente cierta élite empresarial y financiera que ha metido a los españoles en sucesivos corralitos, desde las preferentes hasta el inmobiliario. En su Ideology and real politics, el filósofo Raymond Geuss desarrolla su teoría de la distracción como ideología, de la que la conversación pública en España es hoy un buen ejemplo. Mientras se hable solo de la corrupción y la clase política, con los movimientos sociales y medios de comunicación como inconscientes aliados, no pondremos el foco en lo más necesario: la transformación de nuestro modelo productivo y la necesidad para ello de un cambio en los hábitos de parte de nuestra élite empresarial y financiera. Como evidencia, basta recordar algunos rasgos de nuestro sector privado cuando estalló la crisis y que llevaron a un modelo de crecimiento insostenible:
—Alto endeudamiento. En el origen de la crisis está el endeudamiento privado, incluido el empresarial, no el público; en 2007, la deuda pública era de un 36% del PIB; la privada, del 200%.
—Deterioro de la competitividad. A pesar de que las élites económicas conservadoras lograron imponer una falsa narrativa que responsabilizaba de nuestra pérdida de competitividad a la subida de salarios por encima de la productividad, la principal causa fueron los márgenes de beneficio empresariales, cuya contribución al diferencial de inflación con la zona euro durante el último ciclo de crecimiento fue casi el triple que la de los salarios.
—Ausencia de competencia. La principal causa de estos altos márgenes de beneficios fue la escasa competencia en muchos de los mercados de productos y servicios, dominados por unas pocas grandes empresas que erigen, en connivencia con los poderes públicos, injustificables barreras a la competencia que dificulta la reducción de precios.
—Poca innovación. Pese a excepcionales historias de éxito, el sector privado español no innova al ritmo que sus competidores. En 2007, al comienzo de la crisis, el gasto de las empresas españolas en I+D+i era de tan solo un 61% de la media de la UE27. Mientras que el gasto público era tan solo un 19% menor que la media de la OCDE, el privado era un 67% menor. Las empresas coreanas invierten en I+D+i cuatro veces más; las alemanas, el triple, y las francesas, el doble, a pesar de que España es el país europeo con más subvenciones a la I+D+i.
—Insuficiente inversión en capital humano, debido a una cultura que, aprovechando la amplia bolsa de desempleados, ni invierte en la formación ni motiva a los trabajadores compartiendo con ellos los buenos resultados. La forma en la que la reforma laboral está siendo usada, no como herramienta de flexibilidad salarial interna, sino como mecanismo de despido, vuelve a dar cuenta de esta visión cortoplacista.
—Irresponsabilidad fiscal. El 71% de la evasión fiscal que se da en nuestro país es imputable a grandes corporaciones y fortunas. Pese a las continuas referencias a que el tipo de impuesto de sociedades es de los más altos de Europa, la realidad es que el tipo efectivo de las grandes empresas, después de deducciones, es de los más bajos.
—Débil gobernanza corporativa. Los consejeros de las grandes empresas españolas son los mejor pagados después de los suizos, algo que solo se explica por su falta de independencia y permisividad ante actitudes abusivas por parte de sus ejecutivos, en lugar de imponer rendición de cuentas o defender los derechos de los accionistas. En todos los países del mundo pasan cosas, pero en España, cuando pasan, no pasa nada.
En muchos de estos aspectos, el Estado tiene, por supuesto, parte de responsabilidad; por ejemplo, con un sistema fiscal que canalizaba el ahorro hacia sectores de baja productividad o un mercado laboral dual que no incentiva la formación. Como también la tienen los sindicatos, por su falta de modernización y su aquiescencia, incluso pertenencia, a ese mercantilismo plutocrático que protege a los insiders y abandona a los que no tienen la suerte de estar dentro. Las instituciones son sin duda determinantes, pero no son solo resultado de la acción política, sino también de la actuación de los agentes privados. Resulta surrealista pretender que los agentes empresariales no tengan nada que ver con nuestros bajos niveles de productividad, inversión o formación, o la corrupción. Hay países, como Italia, donde un sistema político disfuncional no ha impedido a las élites empresariales construir un sistema productivo dinámico.
La élite empresarial responsable puede reaccionar de dos formas: seguir refugiándose en el victimismo o hacer frente a sus carencias y superarlas. Sin lo segundo, España no saldrá de la crisis. Pero para lograrlo hace falta un cambio de cultura. En la persuasiva teoría del liderazgo de Ronald Heifetz, liderar consiste en la capacidad de movilizar a un colectivo para superar la contradicción entre lo que dice ser, o quiere ser, y lo que realmente es. Hoy, en España, una parte de la élite empresarial dice ser una cosa, pero es otra muy distinta; reclama una España competitiva e innovadora, pero sus comportamientos de inversión, formación, fiscalidad, corrupción o competencia van en dirección contraria. Catalizar ese reto adaptativo es la mejor contribución que puede y debe hacer un grupo comprometido y verdaderamente patriota de líderes empresariales a la necesaria regeneración del país. España necesita que los verdaderos empresarios, la mayoría, tomen el mando.
Ángel Pascual-Ramsay es director de Global Risks de ESADEgeo.

Las pensiones no están en peligro

Las pensiones no están en peligro:
Una postura generalizada en los círculos políticos, mediáticos y financieros del país es que el sistema público de pensiones se encuentra ante un gran reto determinado por la transición demográfica. Se argumenta que la transición demográfica, con un crecimiento muy acentuado de la población anciana, hace difícil sostener el sistema de pensiones públicas. Así, este rotativo apuntaba en un reciente editorial, Pensiones consensuadas (EL PAÍS, 30 de diciembre de 2012), que “el sistema actual de pensiones es insostenible por (…) la presión de la demografía, que empuja la población hacia edades más altas”.
Y también en este diario se han publicado varios artículos, que todos ellos subrayaban que, de no cambiar el sistema de financiación de las pensiones públicas y/o la extensión de sus beneficios, el gasto público en pensiones, debido a la transición demográfica, alcanzará unos niveles en 2050 que serán insostenibles.
Tal preocupación se basa en el supuesto de que, al haber más ancianos y menos jóvenes, estos últimos no podrán sostener las pensiones de los primeros. En otras ocasiones, este mismo argumento se presenta de otra forma que pone el acento en que el número de beneficiarios de las pensiones será cada vez más grande que el número de cotizantes al sistema de pensiones, con lo cual se llegará a una situación en que no habrá suficientes cotizantes para tantos beneficiarios. Tales argumentos parecen lógicos y razonables y su frecuente repetición en los medios explica que haya adquirido una gran credibilidad. Por regla general, se añaden a estos argumentos otros igualmente preocupantes. No solo el número de beneficiarios ha aumentado y continúa aumentando considerablemente, sino que el número de años de vida por pensionista también ha estado aumentando, con lo cual el gasto público en pensiones se está disparando, prediciéndose unos niveles de gasto público que las hará insostenibles.
En estos argumentos, sin embargo, no se tienen en cuenta varios hechos. Uno de ellos, de especial importancia, es el del aumento de la productividad, es decir, que un trabajador dentro de 40 años producirá mucho más que un trabajador ahora. Para comprender la importancia de este hecho, el lector tiene que conocer que hace 40 años el 18% de los españoles adultos trabajaba en la agricultura. Hoy solo el 2% lo hace, y este 2% produce mucho más de lo que producía hace 40 años el 18% de la población que trabajaba en agricultura. Un trabajador agrícola ahora produce más alimentos de los que antes producían nueve trabajadores, y ello como consecuencia del enorme crecimiento de la productividad. Se habría percibido como una observación innecesariamente alarmista si hace 40 años economistas famosos hubieran escrito en rotativos de gran difusión que, como consecuencia de que los trabajadores estaban abandonando el campo, habría menos producción de alimentos, con lo cual, al cabo de 40 años, la gente de España moriría de hambre.
Pues bien, sustituyan alimentos por pensiones y vean el posible error que significa alarmar a la ciudadanía argumentando que dentro de 40 años no habrá suficientes trabajadores para sostener las pensiones. Los datos supuestamente alarmantes aparecen cuando se indica que el número de cotizantes por beneficiario está disminuyendo, reduciéndose (según varias estimaciones) por ejemplo a la mitad en el año 2050. Ahora bien, es fácilmente demostrable que esta disminución que se considera tan preocupante, en realidad no lo es, ya que es más que probable que un trabajador producirá casi el doble en 2050 que ahora, con lo cual podría mantener casi al doble de pensionistas. Es más, el porcentaje de la población activa habrá aumentado, pues hoy es de los más bajos de la Unión Europea de los 15, ¿dónde está, pues, el problema?
El mismo error aparece cuando se alarma a la población indicando que en 2007 nos gastamos el 8% del PIB en pensiones y dentro de 40 años nos gastaremos el 15%, lo cual se asume como que es insostenible en una sociedad que tiene recursos limitados (por cierto, Italia ya se gasta el 14% del PIB en pensiones públicas y el sistema no se ha colapsado). El error de todas estas tesis alarmistas es que se asume, de nuevo, que la productividad apenas variará.
Si la productividad creciera un 1,5% por año, que es el promedio de crecimiento en los últimos 50 años, el PIB de España en 2060 sería 2,20 veces mayor que en 2007 (en monedas constantes, es decir, que la capacidad adquisitiva real habrá más que doblado la actual). En otras palabras, si en 2007 el PIB era, por ejemplo, 100, en 2060 sería 220. Pues bien, si en pensiones nos gastamos en 2007 un 8% del PIB, es decir, 8 puntos del PIB —dejando para los no pensionistas 92 puntos—, en 2060 nos gastaremos el 15% de 220, es decir, 33 puntos en pensiones, quedando para los no pensionistas 187 puntos, muchos más que los 92 de 2007. En realidad, hace 50 años nos gastábamos el 3% del PIB en pensiones, y en 2007 nos gastamos el 8%. Hemos casi triplicado el gasto en pensiones y, sin embargo, los recursos para los no pensionistas también han aumentado, pues el tamaño de la tarta es mucho mayor ahora que hace cinco décadas.
Que no haya problemas graves en las pensiones públicas no quiere decir que no deban hacerse reformas, pero estas no deberían ir en el sentido de reducirlas. Una medida aconsejable para aumentar los fondos a la Seguridad Social y mejorar las pensiones es facilitar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. En España, el porcentaje de la población que trabaja es bajo. Y en parte esto se debe a dos factores. Uno es el bajo porcentaje de la población adulta que trabaja en el sector público (en 2007 el 10%, uno de los más bajos de la UE-15, cuyo promedio es del 15%). En contra de lo que se dice, el sector público (y, muy en particular, en los servicios públicos del Estado del bienestar, tales como sanidad, escuelas de infancia, educación y servicios sociales, entre otros) está poco desarrollado y tiene escaso personal, y ello se traduce en el bajo porcentaje de la población que trabaja en él. Y el trabajo crea la necesidad de producir más trabajo.
El otro factor (relacionado con el anterior) es la baja participación de la mujer en el mercado de trabajo (52%). Si España tuviera el porcentaje de Suecia, habría 2,8 millones más de trabajadoras pagando impuestos y cotizaciones sociales. Para ello se debería expandir el cuarto pilar del Estado del bienestar, de modo que se incluyera el derecho de acceso a las escuelas de infancia, además de los servicios domiciliarios a personas dependientes. Y, naturalmente, se debería hacer al hombre corresponsable de las obligaciones familiares. Y sobre todo, invertir en infantes y jóvenes, pues ellos son los futuros cotizantes que financiarán las pensiones del futuro.
Deberían también corregirse las inequidades existentes en la financiación de las pensiones. Es injusto que uno de los banqueros más importantes de España pague a la Seguridad Social un porcentaje mucho menor que un empleado de su banco. Como también es injusto que una persona trabajadora no cualificada (que vive 10 años menos que una persona de la decila superior de renta) tenga ahora que trabajar dos años más para pagarle las pensiones a la persona que le sobrevivirá 10 años. En realidad, el incremento de la esperanza de vida se ha concentrado en los últimos 40 años en las rentas superiores, habiendo sido menor en las rentas inferiores. Estos deberían ser los temas que centraran el debate actual sobre las pensiones: la creación de empleo y sobre todo, buen empleo, y la corrección de las desigualdades en la financiación de las pensiones.
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

El grito

El grito:
En medio de esa tormenta perfecta de mentiras y sandeces que gira, un día tras otro, con la clara intención de engullirnos, dos voces de la verdad han resonado durante las últimas horas en sendos congresos. Una, la de Ada Colau, representante de la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca, que en el Parlamento central puso adjetivo exacto y sinceridad y honor —eso de lo que tanto se carece hoy día— ante la ensoberbecida defensa que de la legislación hipotecaria y de desahucios realizó uno de los iconos bancarios que barren para su casa. Lo llamó criminal. Y lo es, no en el sentido de asesino, sino de delincuente: es un delito —de momento, moral: habrá que mejorar las leyes— lucrarse con la desdicha ajena. Emocionante, brutal, hermosa voz de Ada Colau, en armonía con quienes sufren el salvaje expolio que perpetran los poderosos.
En otro congreso —no parlamentario: una reunión de las momias de la Internacional Socialista—, en Cascais (Portugal), otra mujer, Beatriz Talegón, secretaria general de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas, alzó su voz para encararse con la casta dirigente. Beatriz expuso, con firmeza, la opinión de su grupo. “Os exigimos, de una vez por todas, que la Internacional tenga sentido, no hagáis que los jóvenes nos avergoncemos”. Criticó la opacidad de las cuentas, el lujo de estas cumbres, y agregó: “Pero no nos queréis escuchar […], no os preocupamos en absoluto”, para concluir, amargamente: “Estamos pagando las consecuencias de vuestra falta de acción o de vuestra acción”.
Ahora que todo resulta tan repugnante, ahora que desde arriba no llueve más que fango, las voces que, a ras de suelo, proclaman lo que tantas veces habrá que repetir, esas voces, digo, me llenan de esperanza. Debemos gritar con ellas, hasta convertir nuestra rabia en un único clamor.

La corrupción no debe quedar impune

La corrupción no debe quedar impune:
La lucha contra la corrupción política no es fácil; menos si lo hacemos con las manos atadas a la espalda. Cuando la corrupción se hace por sistémica insoportable, nos percatamos de que los mecanismos de respuesta no funcionan adecuadamente, pues, o no son asumidos por quienes deberían, o ponerlos en marcha, especialmente los judiciales, es tarea ímproba.
En cierta medida, pedimos peras al olmo. En efecto, implementar los mecanismos políticos y jurídicos de respuesta depende en buena media de aquellos que habitan los espacios donde se referencia la corrupción. Como ha señalado el Greco (Grupo de Estados contra la corrupción) en sus análisis sobre España, no falla tanto la legislación como su aplicación. Aquí, el déficit de medios personales y materiales es clamoroso. Así, por el Juzgado de Nules, tras cinco años instruyendo el caso Fabra, han pasado siete jueces y cuatro fiscales. Olvidado el entusiasmo institucional del 11-M, los jueces de instrucción de la Audiencia Nacional reclaman más auxilio pericial por parte del Ministerio de Hacienda y de la Intervención del Estado para evitar que se eternicen las causas. Dos muestras.
Se alzan voces que claman contra, en su opinión, breves plazos de prescripción. Salvo el delito fiscal que prescribe a los cinco años, la mayor parte de las infracciones que hoy nos aquejan prescriben entre 5 y 10 años. Tiempo, entiendo, más que suficiente. Dilatar los plazos sin poner medios es un brindis al sol. Lo que debemos preguntarnos es por qué Hacienda, la Intervención del Estado y las de las comunidades autónomas, al igual que los diversos Tribunales de Cuentas, van con tal retraso en la verificación ordinaria de las cuentas públicas y de las de los partidos políticos, lo que hace muchas previsiones inútiles. Debemos preguntar cuáles son sus planes de trabajo, si son realistas, si se cumplen y especialmente porqué sus recomendaciones y observaciones resultan reiteradamente incumplidas. En no poca medida cabe hablar de una cierta impunidad de facto; eso sin hablar del indulto regio.
La otra cuestión relevante es que los encausados apuran hasta las heces su cargo, enarbolando la sagrada presunción de inocencia. Interesadamente confunden dos cosas. La primera, la presunción de inocencia es un derecho fundamental que vale para el proceso, no fuera de él. Por eso la responsabilidad penal y la política son diversas.
Dicho esto, hay que ir un paso más allá: la precoz expulsión de quien aparezca como corrupto. Sin embargo, el político imputado, al son de quiméricas conspiraciones en su contra y contra la patria, se resiste a ello, se equipara al ciudadano común y se muestra más doliente que este. Si el ciudadano no se ve privado de sus derechos hasta que es condenado, pues es presumido inocente hasta ese momento, por qué, inquiere el encausado-político, él ha de verse privado de esa presunción y ser despojado de sus cargos. Por dos razones muy sencillas. La primera: es falsa esa pretendida igualdad. La función pública comporta prerrogativas y cargas para garantizar la limpieza de su ejercicio que no son necesarias en la vida común. O sea: en lo desigual no hay igualdad a proteger.
La segunda razón es esencialmente política. Cuando un político es encausado, se le genera un profundo conflicto de intereses: el ejercicio de su función se ve alterado por su legítimo derecho de defensa. Ya no puede prestar la atención y ponderación que el cargo le impone. Por ello, mientras se reforman las leyes, hay que esperar de nuestros políticos un paso al frente que dignificaría su actuación: políticamente es obligada la dimisión de los cargos electos, por más que no sea obligada aún legalmente, desde que se produce la imputación formal, esto es, desde el momento en que el juez de Instrucción le comunica el auto de imputación y le da conocimiento íntegro de las actuaciones.
Estas resoluciones judiciales de imputación, por lo que alcanzo a ver, están más que suficientemente motivadas, por encima de la media, e ilustran plenamente al interesado y a la ciudadanía por qué se atribuye indiciariamente un delito o un haz de delitos. En fin, la imputación satisface todos los derechos y garantías procesales. Cabe objetar que, en caso de absolución, un daño cuando menos honorífico se ha inferido al procesado. Puede ser. Pero no pasa de ser un inherente riesgo profesional, que el ejercicio sin tacha de la función pública evita.
También se aduce que un grupo político podría requerir a sus integrantes la dimisión y otros no; así, tal conducta sería perjudicial para los más cumplidores. Nada menos cierto. Una cualidad políticamente olvidada es la generosidad, hija como es de la inteligencia. El grupo político que no promueva la dimisión de sus imputados quedará ante la ciudadanía como un ventajista. Tal percepción cotiza muy a la baja en la actualidad y sería un primer, pequeño, pero primer, paso en la dirección de una regeneración política. El segundo paso, reitero, ha de ser la dotación de medios personales y materiales a la justicia; si no hubiera dinero, anúlense partidas superfluas, que aún hay muchas, sin perjudicar los derechos ciudadanos. La causa pública lo vale.
Joan J. Queralt es catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Barcelona e investigador principal del grupo “Estrategias preventivas y reactivas contra la corrupción”.

La libertad debe superar a la tiranía

La libertad debe superar a la tiranía:
Por qué la mayor democracia del mundo está, en apariencia, peor que la mayor dictadura? Conviene aferrarse al término “en apariencia”, porque los indicadores comparativos entre el rendimiento actual de India y el de China ofrecen escaso consuelo. Pero a cualquier defensor de la libertad debe interesarle que este país libre vaya mejor.
En crecimiento, inflación, PIB per capita, desempleo, déficit presupuestario y corrupción —prácticamente todos los indicadores en los que cree el hombre de Davos—, India está peor que China.
La gran equiparación prevista hace unos años no se ha producido. Por ejemplo, en PIB per capita, India avanza renqueando, con 3.851 dólares, frente a 9.146 dólares de China. Según las cifras oficiales de 2011, el desempleo en India fue más del doble del de China. El índice de Transparency International, que mide la percepción de la corrupción, coloca a China en un mal puesto (compartido) en el mundo, el 80º, pero India ocupa (también compartido) el 94º. Y así sucesivamente.
Es muy probable que China manipule sus cuentas más que India, de modo que hay que descontar algo por “mentira, malditas mentiras y estadísticas”. Pero casi todas las personas con las que he hablado en las más de dos semanas que he estado recorriendo India —periodistas, mujeres empresarias, profesores, observadores externos— aceptan en definitiva ese veredicto. Incluso lo agravan.
Los pobres rurales, dicen, no están mejor que hace dos o tres decenios. Un antiguo magistrado del Tribunal Supremo, un viejo y altísimo superviviente de la vieja India progresista de Nehru, me dice con apasionada indignación que más del 40% de los niños indios están seguramente malnutridos. “¡Peor que en África!”, exclama. Y un informe detallado elaborado en 2005 por el Banco Mundial corrobora esa opinión. Alrededor de 17.000 agricultores indios se suicidaron en 2010 por el fracaso de sus cosechas. Ni el viajero más superficial y privilegiado puede evitar ver la escandalosa proximidad en la que conviven la riqueza y la miseria, ya sea en los barrios de chabolas llenos de basura de Bombay o en las granjas de aspecto medieval que bordean una autopista recién construida.
¿Por qué? He aquí varias explicaciones posibles. A diferencia de China, pero igual que en Europa, India dedica enorme cantidad de energía al mero hecho de ocuparse de su increíble diversidad. El presidente francés Charles de Gaulle dijo en una ocasión: ¿Cómo se puede pretender gobernar un país que posee 246 variedades de queso?¿Pues qué me dicen de un país con 330 millones de dioses? Y cuando digo un país, en fin: un viajero inglés del siglo XIX observó en una ocasión que “Escocia se parece más a España que Bengala al Punjab”. Una exageración poética, sin duda, pero lo cierto es que este país es un continente, una comunidad, un imperio. Y, como Europa, está tratando de hacer frente a esa diversidad en libertad. China también tiene diversidad, con áreas inmensas, aunque poco pobladas, cuyos habitantes son en su mayoría tibetanos y musulmanes, pero la afronta sobre todo mediante la represión.
Para que la libertad funcione en la diversidad es necesario contar con un relato poderoso y unificador. Estados Unidos lo tiene, como volvimos a ver en la toma de posesión del presidente Barack Obama (sí, es un mito, pero los mitos nacionales mueven montañas). Europa tuvo un relato así después de 1945, pero lo ha perdido. India también lo tuvo en las primeras décadas tras la independencia, pero, como Europa, ahora ha perdido el hilo. En su lugar, existen múltiples relatos opuestos, en un rifirrafe general de políticos y medios de comunicación. Por desgracia, aunque no debe extrañar a nadie, muchos de esos relatos son sectarios, regionalistas, chauvinistas y mezquinos, y dividen en vez de unir.
Y luego está lo que se ha denominado “el Raj de las licencias”. Las estructuras administrativas heredadas del imperio británico, que por asombroso que parezca siguen siendo iguales en muchos aspectos, han crecido sin parar hasta convertirse en una burocracia de pesadilla. Grandes empresarios indios como Lakshmi Mittal y el recién jubilado Ratan Tata prefieren invertir en otros lugares porque tardan siete u ocho años en conseguir todos los permisos para hacerlo en su país.
Si la burocracia de un Estado poscolonial es un problema, la solución debería ser más desregulación y liberalización económica; y en ciertos sentidos, lo es. Será, por ejemplo, la única forma de que podamos alcanzar un acuerdo de libre comercio entre la UE e India, que beneficiaría enormemente a ambas partes. Pero la liberalización del mercado que arrasó en los años noventa es parte del problema también.
Fijémonos en los medios de comunicación. Los medios indios se encuentran hoy inmersos en una carrera a la baja por ser los más comerciales y sensacionalistas, que hace que en comparación la cadena Fox News resulte “justa y equilibrada” y el tabloide británico The Sun parezca un boletín de noticias del Ejército de Salvación. Algunos periódicos de calidad como The Hindu son excepciones que confirman la regla. Por otra parte, los anuncios que ocupan literalmente portadas enteras y las “noticias pagadas” (empresas que pagan para que se informe de manera favorable sobre ellas) están a la orden del día.
Y no hay que olvidarse de la política. Todo el mundo, absolutamente todo el mundo, me dice que los negocios y la política en Delhi tienen una relación tan carnal como la de los dioses y diosas tántricos. Además de los insultos estridentes, la política de identidad regional y religiosa y el principio dinástico (véase la irresistible ascensión de Rahul Gandhi en el Partido del Congreso), está la monstruosa condescendencia que se exhibe hacia los dos de cada tres indios que todavía viven en la más terrible pobreza. Aunque algunas iniciativas corporativas y filantrópicas les ofrecen los instrumentos esenciales para ayudarse a sí mismos, en general los políticos se limitan a darles subsidios para alimentos básicos, unos cuantos artículos baratos y trabajo de escasa remuneración garantizado para unos días al año; y después les compran el voto cuando llegan las elecciones. Como decían los antiguos romanos, se trata de ofrecer “pan y circo” a la plebe. En este caso, el circo es el críquet (“un deporte indio que inventaron por casualidad los británicos”) y las actividades de los famosos de Bollywood.
¿Entonces es inevitable que China siga por delante? No y no. No, porque, aunque el sistema indio es un culebrón cotidiano de pequeñas crisis, la gran crisis del contradictorio sistema que es el capitalismo leninista de China no ha llegado todavía. Y no, en segundo lugar, porque India es un país libre, con la más increíble diversidad de talento, originalidad, personalidad y espiritualidad en sus seres humanos. No tengo la menor duda de que la libre expresión de la individualidad humana tendrá que acabar sacando todo eso a relucir.
Por eso digo, ¡Vamos, India! Por lo que a mí respecta, puedes derrotar a Inglaterra en todos los partidos de críquet durante los próximos 10 años, pero con una condición: que también empieces a derrotar a China en política. Y al decir política no me refiero a la mezquina rivalidad por el poder y los privilegios, sino a hacer realidad el enorme potencial de tu pueblo.
Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su último libro es Los hechos son subversivos: ideas y personajes para una década sin nombre.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Adolf-Hitler-Stiftung

Adolf-Hitler-Stiftung:
Mientras asistimos atónitos al final de una época, al desmoronamiento de toda una estructura político-institucional, habrá quien crea que, fuera de denunciar la corrupción y sus consecuencias, todo lo demás es frívolo e improcedente. Sin embargo, sostengo que la degeneración del actual sistema político no es solo dineraria, sino también moral; que la Segunda Restauración española arrastra los efectos de ciertos pecados originales, entre ellos una pésima asunción y una peor gestión de su pasado histórico inmediato, de eso que algunos llamaron eufemísticamente “el régimen anterior”.
Estos últimos días ha sido discreta noticia que la Fundación Nacional Francisco Franco, en el editorial de su boletín electrónico con fecha febrero de 2013, denuncia “cómo un Parlamento liliputiense y estrambótico proclama contra Dios, contra la naturaleza, contra la historia, contra la ley y contra el sentido común, la desintegración de España”, en referencia a la declaración soberanista aprobada por la Cámara catalana el pasado 23 de enero. El hecho no tiene nada de sorprendente si consideramos que, ya el pasado octubre, dicha entidad reclamaba la intervención de las Fuerzas Armadas para poner coto al secesionismo, y sugería “destituir al presidente/delincuente de la Generalitat, detenerlo y juzgarlo”. Añadamos que, en los textos de la citada fundación, se alude rutinariamente al Partido Nacionalista Vasco como “el colectivo que pastorea la región vascongada”, o se hace referencia a un tal “Enrique Prat de la Riba, padre del aldeanismo catalán”.
No, que la ultraderecha se exprese como ultraderecha no debe llamarnos la atención, aunque tiene gracia que los herederos y corifeos del golpista ferrolano, quienes no pierden ocasión de denostar el “régimen instalado en España en 1978”, apelen contra el soberanismo catalán al “cumplimiento de la ley en el marco constitucional”. Lo que resulta insólito es que, 35 años después de la entrada en vigor de la tan invocada Carta Magna, exista y funcione con plena normalidad en un país de la Europa democrática una fundación consagrada a exaltar al dictador que mantuvo sojuzgados a los españoles durante casi cuatro décadas; una entidad que sigue describiendo aquella ominosa época como “el mejor periodo de la historia de España desde los Reyes Católicos”.
¿Imaginan ustedes una Adolf-Hitler-Stiftung que, en Alemania, propagase las bondades del Tercer Reich y de su Führer? ¿O una Fondazione Benito Mussolini (Berlusconi tal vez la financiaría, pero no se atreve) que recordase a los italianos las grandes obras públicas ejecutadas bajo el Duce? ¿O una Fondation Philippe Pétain para difundir las excelencias del régimen de Vichy? ¿O una Fundaçao António de Oliveira Salazar que aprovechase la actual crisis portuguesa para reivindicar el salazarismo…?
Naturalmente, ninguna de esas entidades existe, porque lo impiden las leyes y el decoro político de los países respectivos. En cambio, la Fundación Nacional Francisco Franco no solo existe, sino que sigue custodiando los 30.000 documentos originales del archivo del dictador, documentos que, en cualquier país decente, serían de titularidad pública; y, con este pretexto, ha recibido a lo largo de las últimas décadas generosas subvenciones por parte del erario público. Y tiene como presidenta a Carmen Franco Polo, a la que el actual jefe del Estado, en la primera semana de su reinado, otorgó el título hereditario de duquesa de Franco con Grandeza de España; se ignora para agradecerle qué servicios. Y cuenta entre sus patronos, verbigracia, al suegro del actual ministro de Justicia. Y, pese a negar que “su actividad u objetivos sean de adscripción política o partidista”, cultiva con toda impunidad la apología del fascismo.
¿A qué extrañarse luego de que el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia —regado y abonado por los contribuyentes con más de 1.000 millones de las antiguas pesetas— sea tan benévolo con Franco y tan indulgente con los franquistas? ¿Y cómo sorprendernos de que incluso José Luis Rodríguez Zapatero, el nieto del capitán Lozano, impulsara una Ley de la Memoria Histórica de la señorita Pepis? El tumor del franquismo, no extirpado a su tiempo, ha hecho metástasis.
Joan B. Culla i Clarà es historiador.

¡Guernica!, ¡Guernica!

¡Guernica!, ¡Guernica!:
Este es el título de la edición en inglés, aparecida en 1977, de una obra clásica del historiador norteamericano Herbert R. Southworth. Recuerda el grito implícito en el famoso cuadro de Picasso. La edición española está agotadísima. En Iberlibro únicamente he visto disponibles tres ejemplares. Nada en Amazon.es.
Southworth destruyó sistemáticamente el denso entramado de mentiras sobre uno de los mitos estructurales del franquismo. Su análisis constituye una lección de historia y de crítica histórica ejemplar. Ha vuelto a impresionarme en el momento de preparar una edición revisada y ampliada.
En esta labor he constatado de nuevo cómo los historiadores neofranquistas han hecho y hacen todo lo posible por ningunear y/o desprestigiar a Southworth. Incluso un ilustre académico de la Historia que incide a la vez en grotescos errores de principiante. Un piadoso exministro entona preces al Señor por el alma de Southworth, pero continúa encastillado en el disparate. Un eminente historiador militar, que dice haber dedicado cuarenta años al tema, provoca rubor. Las obras de tan connotados autores pueden adquirirse fácilmente.
En realidad, ni han recuperado la verdad de los hechos ni lo que hay detrás de ellos. No se han adentrado en la evidencia primaria de época, y en especial en la relevante. Han ofuscado con mucha que o no es relevante o es de calidad harto dudosa. Un truco volatinero. Han abandonado alguno de los postulados franquistas más absurdos (Guernica la volaron los propios vascos). Mantienen enhiestos los reductos: hubo muy pocos muertos; el mito de Guernica lo crearon los republicanos; el “mando nacional” no tuvo que ver nada con el bombardeo. Los culpables fueron los alemanes que actuaron según su libre albedrío.
Ha sido la investigación académica (María Jesús Cava, Carmelo Garaitaonandía, José Luis de la Granja, Morten Heiberg, Xabier Irujo, Manuel Ros Agudo, Stefanie Schüler-Springorum y, modestamente, quien esto escribe) la que ha sacado a la luz el tipo de evidencia necesaria y suficiente para enterrar los mitos de Franco y sacar las vergüenzas a sus denodados defensores.
Es difícil tener aprecio por la calidad científica y el contenido empírico de su historiografía. La puesta al día de la obra de Southworth ha excedido, sin embargo, todo lo que había visto y comprobado hasta el momento: la más tosca manipulación de la evidencia, la tergiversación documental, la cita amañada de la literatura secundaria y la desfiguración de las obras de los autores discordantes son rasgos consustanciales de tales especialistas y divulgadores, españoles o ¡ay! también de algún que otro extranjero, catedrático emérito de una Universidad norteamericana.
En breves palabras. Lo que en los últimos tres o cuatro años ha salido a relucir en alemán o en español es lo siguiente:
El contingente aéreo germano (Legión Cóndor) estuvo plenamente insertado, en cuanto dio comienzo a sus hazañas bélicas en España en noviembre de 1936, en los planes operativos de las fuerzas franquistas. De este nivel fue ascendiendo al táctico y al estratégico. En la campaña de Vizcaya, la interdependencia entre uno y otras alcanzó un elevadísimo grado de información, comunicación y control.
Se conservan documentos que lo demuestran con respecto a los generales en jefe de los Ejércitos del Sur (Queipo de Llano) y del Norte (Mola) para la conexión con las fuerzas de tierra. También, y de manera permanente, con el general Kindelán, jefe del Aire. Que Franco lo ignorase no es creíble. Uno de sus hombres, el coronel Juan Vigón, estuvo en el centro del dispositivo en el Norte.
En esta campaña, la aviación alemana se supeditó a las instrucciones de Mola y Kindelán. Arrojó octavillas anunciando arrasamientos, intervino en apoyo del avance en tierra sustituyendo a veces a la artillería y, no en último término, bombardeó ciudades. La afirmación solemnísima de un reputado general de aviación español de que esto se hizo en contra de instrucciones formales de Franco es un mero brindis al sol.
El bombardeo del 26 de abril de 1937 se hizo con propósitos de destrucción masiva. No fue para triturar un puentecillo de piedra (que resultó indemne) que enlazaba el núcleo urbano con el barrio de Rentería salvando el río Oca. Esta fue una intoxicación ulterior. Sobre Guernica se lanzaron exactamente 31 toneladas de bombas (mezcla de explosivas e incendiarias), amén de incontables bidones de gasolina. No lo digo yo. Es lo que informó, un mes después, el teniente coronel Wolfram von Richthofen, jefe de Estado Mayor de la Cóndor, a sus superiores en Berlín.
La creación del mito sobre la autoría vasca fue un reflejo inmediato, de corte pavloviano, del propio Franco para contrarrestar el efecto que en el extranjero pudieran tener las acusaciones del lehendakari José María Aguirre contra aviadores alemanes al servicio de los rebeldes.
Tras su entrada en Guernica el 29 de mayo de 1937, los franquistas se dedicaron a eliminar la evidencia de la fechoría, que para entonces había saltado a la primera plana de numerosos periódicos de todo el mundo. Se amañaron las hojas de los registros o, simplemente, se arrancaron. Los alemanes hicieron desaparecer lo que quisieron, se ralentizó el desescombramiento. Es imposible saber a ciencia cierta el número de víctimas. Fijarlo en algo más de un centenar es el resultado de un proceder infame.
La propaganda franquista batió todos los récords de fantasía, vituperación y denigración. Duró hasta el final mismo del régimen, aunque ya agrietada. Su análisis constituye el núcleo de la obra de Southworth. Esta necesitaba ampliarse a una referencia, siquiera somera, de sus secuelas en la España de nuestros días, es decir, desde que en Guernica se levantó un inmenso clamor popular en abril de 1977 para aclarar la cuestión de las responsabilidades.
Es necesario comparar el comportamiento de los Gobiernos de la República Federal de Alemania con el de los españoles. Hoy puede hacerse porque en Berlín ya se han desclasificado los documentos de aquellos primeros años transicionales. Ello no obstante, debemos ser modestos. En fecha indeterminada se pusieron en marcha los temibles bichitos fibrófagos que solían pulular por los archivos españoles. Los documentos directamente relacionados con Guernica han desaparecido en gran medida. Una casualidad.
La desaparición, sin embargo, no ha sido total. Por fortuna quedan muchos que arrojan luz indirecta, y en ocasiones, casi directa. Quienes expoliaron los archivos no siempre sabían alemán. Se conserva algún que otro documento redactado en este idioma, pero traducido “creativamente” para acordarlo con los mitos franquistas. Al leer la traducción, los eliminadores se guiaron por ella y menospreciaron la versión original. Siempre hay alguien que mete la pata.
La tergiversación no se hizo en España únicamente. En la edición de bolsillo (Heyne-Bücher) de las memorias de uno de los ases de la Luftwaffe, Adolf Galland, que no participó en el bombardeo, se eliminó cuidadosamente todo lo que pudiese generar una mala impresión, incluida la referencia a los ensayos de la Cóndor con un napalm de medio pelo. La extrema derecha alemana sigue apartando el cáliz de Guernica.
Por la dignidad de las víctimas y de la HISTORIA es preciso recuperar el pasado y desenmascarar a quienes siguen desfigurándolo.
Ángel Viñas es historiador y catedrático emérito de la UCM. Ha actualizado La destrucción de Guernica de Herbert R. Southworth, que aparecerá próximamente en la editorial Comares.