lunes, 29 de octubre de 2012

Llamar a las cosas por su nombre

Llamar a las cosas por su nombre:
Si cualquiera de nosotros ha recibido un préstamo de un banco y en un momento dado no puede pagarlo, el banco, aplicándole una ley de principios de siglo pasado, se quedará con la casa y nos enviará a la calle a nosotros, a nuestros hijos, a nuestros mayores y a todos los que convivan con nosotros.
Si ese mismo banco necesita dinero debido a una mala gestión, curiosamente de gestores nombrados por nuestros representantes políticos, lo recupera del dinero que nos quitan de nuestros salarios, de más impuestos, de pagar más por la sanidad y la educación, de menos ayudas sociales para los que lo necesitan, de tener que trabajar más años, etc.
Creo que crisis no es la palabra más adecuada para esta situación y la lengua española tiene otras que definen y explican mejor lo que está ocurriendo. Empecemos por ahí, por llamar a las cosas por su nombre.— Miguel A. González. Madrid.

Nos cuentan desde los medios sociales y políticos que estamos inmersos en una crisis sin precedentes en la historia contemporánea, ¿pero es esto realmente así?, si esto fuera cierto ¿no debería la crisis estar afectando a todos los estamentos de nuestra sociedad?
No parece que esto esté siendo realmente así, la pretendida crisis está afectando a los sectores más desprotegidos de la sociedad, pero no está afectando a las élites dirigentes de la misma, esto es, los sectores financieros y políticos fundamentalmente encarnados por banqueros, políticos profesionales, ejecutivos de grandes corporaciones, etc.; ¿en qué medida se están viendo estos sectores afectados? ¿a qué han tenido que renunciar los individuos que las conforman? ¿acaso han tenido que renunciar a la educación elitista de sus hijos? ¿a sus vacaciones? ¿a cambiar de automóvil? ¿a la vivienda lujosa? ¿a qué?
Esto no es una crisis, es un proceso de reorganización social a partir del cual se está conformando un nuevo orden en el que las clases productivas de la sociedad se vean inmersas en un nivel de pobreza y desesperación tal que haga posible que cuando los diseñadores de la crisis decidan que esta ha finalizado, las clases productivas asuman un escenario laboral comparable al de los países a los que se derivó la producción en las pasadas decadas por parte de los países ricos.
En este escenario no hay ninguna fuerza política o sindical integrada en nuestro sistema democrático dispuesta a dar la batalla; y solo los movimientos sociales emergentes parecen dispuestos a resistir esta ola involucionista.— Manuel Liceras Ruiz. Madrid.

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