Fabricar sangre artificial es algo que hasta hace poco podía encuadrarse directamente en la categoría de ciencia-ficción. Sin embargo, cada vez estamos más cerca de lograrlo. Koji Eto, médico e investigador japonés y premio Fronteras del Conocimiento explicó recientemente sus avances en la obtención de plaquetas a partir de células de la piel. Su aplicación contribuiría a disminuir la necesidad de donaciones.
Este texto fue publicado el 15/05/2012 en el suplemento de ciencia Tercer Milenio, de El Heraldo de Aragón.
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Es extraño observar el nacimiento de las plaquetas, esas estrellas de mar estériles. Unos días antes de su alumbramiento, su madre común —su precursora en la médula ósea— comienza a crecer desmesuradamente y a proyectarse en múltiples brazos que buscan con ahínco el vaso sanguíneo más cercano. Cuando lo encuentre atravesará con sigilo su pared y automutilará cada extremidad dando lugar a numerosos y pequeños fragmentos, cada uno una plaqueta lista para su función. No es menos extraño comprobar que ya se es capaz de recapitular el mismo proceso pero sin necesidad de médula ósea, que se pueden fabricar plaquetas a partir de una madre tan extranjera que procede de un lugar tan lejano como es la piel.
Fabricar plaquetas puede ser de una incomparable utilidad. A pesar de que cada año se producen 93 millones de donaciones de sangre, se estima que la mitad de ellas tienen lugar en países desarrollados, los cuales suponen únicamente un 15% de la población mundial. Pero incluso en países como el nuestro estos números son insuficientes. Las plaquetas, que resultan imprescindibles para la coagulación, conllevan además otros problemas. Cuando tiene lugar una donación, la sangre se separa generalmente en tres fracciones: una con los glóbulos rojos, otra con el plasma (un líquido rico en proteínas) y otra con las plaquetas. Así se pueden resolver problemas diversos a partir de una única extracción. Pero mientras los glóbulos rojos pueden conservarse hasta seis semanas, las plaquetas únicamente resisten unos escasos cinco días, lo que conlleva una necesidad cíclica y constante de voluntarios. Y aquí es donde entran en escena las células extranjeras y un médico llamado Koji Eto.
Eto —premio Fronteras del Conocimiento y recientemente de visita en España— es un cardiólogo japonés que en 2004 cambió definitivamente el fonendoscopio por los tubos de ensayo. Pero no por unos tubos cualquiera. Interesado desde hacía tiempo en la agregación plaquetaria, se unió al equipo de Shinya Yamanata, pionero en la investigación con células IPS (o células pluripotenciales inducidas). Es decir, con las células extranjeras. En el año 2006, Yamanata comprobó cómo a partir de prácticamente cualquier célula del organismo (incluidas las de la piel o las de la grasa), y con la inclusión de únicamente cuatro genes, se podían obtener células madre capaces de dar lugar a prácticamente cualquier otro tipo celular. El hallazgo, que cruzó rápidamente todo el planeta, suponía acabar de un plumazo con el debate ético que suponía la utilización de células madre procedentes de embriones, y abría la puerta a numerosos retos e investigaciones. Eto asumió uno de ellos, el de la fabricación de plaquetas a partir de células de la piel. El proceso no es sencillo. Primero hay que conseguir producir la madre común (llamada megacariocito); después debe crearse en el tubo de ensayo el ambiente adecuado para que la madre se diferencie y dé lugar a las hijas, lo cual comporta cultivarlas en delicado equilibrio con otras células que le sirven de sustento, así como con una serie de proteínas denominadas factores de transcripción. Finalmente debe tratar de eliminarse todo resto de célula madre, ya que alguno de los genes que se incorporan son potencialmente oncogénicos y puedan acabar dando lugar a determinados tipos tumorales. Pero al parecer lo ha conseguido, y así lo ha publicado recientemente. Todavía hay obstáculos, sin embargo. El principal ahora mismo es que “la obtención de plaquetas a partir de megacariocitos es aún poco eficiente”, como afirma el propio Eto, por lo que se sigue investigando para mejorar las condiciones de cultivo. Y es preciso tener en cuenta que, aunque los ensayos clínicos comenzarán en dos o tres años, habrá que esperar “al menos una década” para cumplir todas sus fases.
Por tanto, y todavía por un buen tiempo, sigue tocando donar.
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Y además.
Los glóbulos rojos, el plasma y la venta de sangre.
Los glóbulos rojos y el plasma son otros componentes “codiciados” de la sangre. Los primeros, encargados del transporte de oxígeno, suelen usarse en el tratamiento de anemias. Aunque se investiga también su obtención a partir de células madre, el proceso parece ser más difícil que en el caso de las plaquetas.
El plasma es un líquido amarillento muy rico en proteínas, entre ellas la albúmina, las inmunoglobulinas (los anticuerpos) y determinados factores de coagulación. A partir de él pueden obtenerse multitud de medicamentos. Recientemente, el presidente de la fundación Grifols —compañía que se encarga del fraccionamiento de la sangre en España—, propuso la posibilidad de pagar por la donación de plasma, dada su escasez. Las células IPS no podrían usarse en este caso, pero sí tendrían una utilidad indirecta. Si las demandas de glóbulos rojos y plaquetas estuvieran cubiertas podrían practicarse más donaciones específicas de plasma, usando procedimientos que permiten obtener una mayor cantidad de una sola extracción.
También en el portal Dixit Ciencia.
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