El régimen iraní sabe que la controversia internacional por la que está en el punto de mira no surge por su programa de enriquecimiento de uranio, sino por sus grandes reservas de petróleo (la cuarta en el mundo) y de gas natural (la segunda). En este potencial centran su atención dos bloques económicos deficitarios energéticamente: Estados Unidos y la UE, por un lado; y China e India, las dos superpotencias con mayor influencia en la zona, por otro.
Que los primeros no puedan acceder a la producción iraní, a través de las empresas del sector, se debe principalmente al bloqueo producido por la gran inversión económica que realiza China en la explotación de los yacimientos iraníes y al interés de India en acceder, vía gasoducto, a su gas natural. A todo esto hay que sumar la tendencia de Rusia, la gran potencia energética, hacia el control indirecto de las reservas persas con el fin de instaurar una forma de monopolio de producción energética mundial.
Resultado, Irán es una pieza clave en la geopolítica energética mundial, corolario de lo cual es, uno, que la polémica por su programa nuclear es una mera excusa y, dos, que la guerra fría sigue latiendo, quizá con mayor crudeza.— David Carrascosa.
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