Un problema fundamental a la hora de abordar el diseño de viviendas sostenibles es que las viviendas unifamiliares no parecen encajar en el marco general de las cosas. Podemos prestar atención al diseño de viviendas bioclimáticas, casas solares pasivas, como solemos hacer en este blog, pero los efectos no son muy significativos si se tiene en cuenta que la mayoría de la gente vive en ciudades.
Por eso resulta tan interesante el post de Kris De Decker en Low Tech Magazine. En La cubierta solar: cómo calentar y refrescar las ciudades sin combustibles fósiles, Decker habla sobre arquitectura climática y pone a L’Eixample de Barcelona como buen ejemplo a seguir:
El diseño solar pasivo no requiere ninguna tecnología nueva. De hecho es conocido desde hace miles de años, incluso antes de que se inventaran las ventanas de cristal. A lo largo de la historia de la humanidad, los edificios se adaptaban a las condiciones climatológicas del lugar considerando su localización, orientación y forma, así como los materiales más adecuados para su construcción.En contraste, ahora los edificios presentan el mismo aspecto y forma en cualquier lugar. Se construyen todos prácticamente con los mismos materiales, su diseño sigue más los dictados de las modas que las recomendaciones del clima y su orientación, casi aleatoria, poco o nada tiene que ver con la trayectoria del sol o la dirección de los vientos dominantes.
En la segunda parte de su artículo, Decker se centra en los trazados rectangulares de las ciudades, poniendo como buen ejemplo a seguir el del Ensache de Barcelona, donde un restrictivo conjunto de normas y directrices establecidas por Ildefons Cerdà i Sunyer lograron luz natural para todos.
Cerdà logró maximizar el acceso a la luz solar (y a la ventilación) para cada apartamento de cuatro maneras. Primero limitando la altura de los edificios a 16 metros para las calles de 20 metros de anchura. En segundo lugar, estableció que cada bloque debía tener dos fachadas en lugar de cuatro, y que debían ser paralelas o en forma de L. Esto posibilitaba la creación de grandes espacios interiores y la entrada de luz solar y aire en cada edificio. En tercer lugar, cada bloque de manzana tiene las esquinas truncadas para mejorar el acceso de la luz solar. Por último, Cerdà optó por no trazar la dirección de las calles siguiendo los puntos cardinales, sino en diagonal a ellos. Esto confería a todos los apartamentos luz natural, y sombra en las calles en cada momento del día.Resulta destacable que esos bloques soleados del Ensanche barcelonés reunan una densidad de población similar a la de ciudades como París en edificios relativamente bajitos. Quizá ha llegado ya el momento en que dejemos de escuchar a los aconomistas y prestemos más atención a lo que dicen los planificadores urbanos.
Vía :: Treehugger
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